miércoles, 21 de diciembre de 2016

El niño vagabundo By Dr Guy Neron

El niño vagabundo By Dr Guy Neron

El temperamento paranoico está hecho de susceptibilidad, de desconfianza y orgullo; el paranoico es un egoísta, un autofílico, desconfiado, irritable, celoso,rencoroso, vindicativo, en rebeldía constante contra las reglas de la sociedad. La comprensión , la memoria y el poder volitivo pueden ser normales; las alteraciones dominantes son las de la moral y sobre todo del juicio.
El niño paranoico no responde enteramente a este tipo, o más que nada , no ha llegado aún a este estadio; como sea que la sociedad le impide entregarse a este vagabundeo perpetuamente al detenerle rápidamente , es sobre todo un individuo que efectúa fugas repetidas. Con ilusión infantil espera mucho tiempo encontrar el puerto donde será esperado por los admiradores los aduladores y los fieles , y poco a poco chocando cada vez más dolorosamente con las barreras sociales, se refugia en la situación gloriosa de incomprendido y de rebelde.
Se advierte siempre, cuando se dispone de observaciones un poco completas, que sus fugas son causadas por una herida al amor propio: las amonestaciones o simplemente la burla de un profesor ante sus camaradas, un castigo infligido por los padres o una observación ´zahiriente´´ del encargado o del patrono en el taller.
Algunas veces la huida no se produce bajo el impulso de la cólera; ha sido reflexionada y bien preparada ; quiere desquitarse de la humillación constante de su amor propio , de los incidentes inevitables de la vida en común , que él cree siempre voluntariamente preparados y dirigidos contra él : se irá lejos de su casa. Con frecuencia intentará irse a las colonias, donde cree bajo la influencia de lecturas mal digeridas, que será para los indígenas un amo absoluto.

A veces la fuga reconoce como origen la fanfarronería.En las conversaciones con los camaradas , dice un día que puesto no es feliz en su casa , se irá de ella. Se ríen de él , lo desafían. Se va por chulería. No teme ni a sus padres ni a nadie ´´ vivirá su vida´´.
En muchos niños firmes y calmosamente dirigidos, estas tendencias paranoicas son fácilmente canalizadas y convenientemente sublimadas, pero ! en cuántos otros han sido exageradas por la curiosidad minuciosa e indiscreta de una madre demasiado presente siempre y por la incomprensión de un padre demasiado distante.



La Muerte de Ivan Ilich - Leon N Tolstoi





--Para una vez que me ocurrió en casa de Piotr Ivanovich...- protestaba él contrariado. 
Lo que Praskovia Fiódorovna pensaba de la enfermedad de su marido era lo mismo que decía a otras personas y también él: Iván Ilich era el culpable y toda la enfermedad no significaba más que un nuevo disgusto que le causaba a ella . Ivan Ilich sentía que no lo hacía a propósito, aunque no por ello sintiese el menor alivio. 
En la Audiencia Iván Ilich notaba, o le parecía notar, una extraña actitud hacia él , unas veces se le antojaba que le miraban como a un hombre que pronto dejaría vacante su puesto ; otras, que de repente sus amigos se ponían a tomarle cariñosamente el pelo por sus miedos , como si la cosa más horrible, espantosa , inaudita , agazapada dentro de él , que le consumía sin cesar , arrastrándole incontenible mente no sabía no sabía hacia donde , fuese el tema más alegre de bromas. Quien más le irritaba era Schwartz , que, con su alegría, su vivacidad y su aire comme il faut, le recordaba a Iván Ilich lo que había sido él diez años atrás. 
Llegaban los amigos a jugar la partida. Tomaban asiento. Ya estaban repartidas las cartas nuevecitas. 
Los corazones están en fila, hay siete. Su compañero dice que no lleva y se queda con dos corazones. ¿Qué más se podía esperar para estar contentos y felices? 
Pero, de pronto, notaba Iván Ilich aquel dolo sordo, aquel sabor de boca, y le parecía absurdo poderse alegrar de sus buenas cartas en esas condiciones. 
Se fijaba en Mijaíl Mijáilovich, su compañero, en cómo golpeaba la mesa con su mano rolliza y , respetuoso y condescendiente , en vez de arramblar con las bazas, las empujaba hacia Iván Illich para cederle el placer de recogerlas sin esforzarse , sin estirar demasiado el brazo ,; ¿ Se habrá creído que estoy tan débil que no puedo alargar la mano?, pensaba Ivan Illich , pensaba Ivan Illich y , olvidando qué palo era el triunfo , cortaba a su compañero , y perdía tres manos. Lo peor de todo era ver cómo sufría Mijaíl Mijáillovich mientras que a él le daba todo lo mismo. Y era espantoso pensar por qué le daba todo igual. 
Los demás notaban que lo que estaba pasando mal y le decían : Si estás fatigado, podemos dejarlo. 
Descanse un poco. ¿Descansar? No; él no estaba fatigado en absoluto. Terminarían la partida. Todos estaban taciturnos y callados. Iván Ilich se daba cuenta de que él había motivado aquel estado de animo, pero no podía disiparlo . Cenaban, se iban y él se quedaba solo, con la conciencia de que su vida estaba envenenada, de que envenenada la vida de los que le rodeaban y de que esto , en lugar de debilitarse, penetraba casa vez ,más en todo su ser. 
Y con esta conciencia, además del dolor físico y una sensación de espanto , tenía que acostarse, y a menudo el dolor casi no le dejaba dormir en toda la noche.Pero la mañana siguiente debía levantarse , vestirse, ir a la Audiencia, hablar , escribir... Y, si no hacía todo esto , debía quedarse en casa las veinticuatro horas del día , cada una de las cuales para él era un tormento. Y una existencia así, solo, al borde del precipicio, sin que nadie le comprendiera y se condoliera de él.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

La merienda del niño O cómo ganarte una oleada de miradas asesinas Por Arturo Pérez-Reverte



MADRID
Divorciado. Mi amigo Paco -lo llamaremos Paco para no complicarle más la vida- es divorciado desde hace tiempo, de ésos a los que la mujer, un día y como si no viniera a cuento, aunque siempre viene, le dijo: "Ahí te quedas, gilipollas, porque me tienes harta", y se largó de casa. Al principio, como tienen un hijo de ocho años, la cosa funcionó en plan amistoso, pensión de mutuo acuerdo y demás, tú a Boston y yo a California. Pero la ex legítima, cuenta Paco, se juntó con unas cuantas amigas también divorciadas que empezaron a crear ambiente. Cómo dejas que ese hijoputa se vaya de rositas, sácale los tuétanos, y cosas así. Lo normal. Además, una de las compañeras era abogada, así que Paco lo tenía claro. Su ex lo pensó mejor, se la puso flamenca, y al año de separarse le había quitado la casa, el coche, el perro, las tres cuartas partes del sueldo y la custodia del niño. "Y no me quitó la moto -dice Paco-, porque me arrastré como un gusano, suplicando que me la dejara."
Desde entonces, un día a la semana, mi amigo va a recoger a su hijo al cole. En Madrid. Se trata, me cuenta, de uno de esos colegios conchetos y progres de barrio de Chamberí, con papis modernos y enrollados -"como lo era yo, te lo juro, hasta que esa zorra me dio por saco", matiza Paco-, donde a las criaturas se les quita horas de Lengua, de Historia y de Ciencias para darles Valores y Buen Rollito, Estabilidad Emocional, Dinámica de Grupo, Gramática de Género y Génera, Convivencia de Civilizaciones, Acogida a Refugiados y otras materias de vital importancia.
Paco tiene mala imagen en el cole de su hijo. Seguramente se debe a que el curso pasado, en la fiesta de Halloween, o de Acción de Gracias, o del Ramadán, una de ésas -Navidad o Reyes no eran, seguro, pues no se celebran para no ofender a los padres y niños no creyentes-, donde el asunto para disfrazar a los niños eran los piratas del Caribe, a Paco se le ocurrió vestir a su hijo, que le tocaba en casa ese día, con un parche en el ojo y una espada de plástico. Y cuando la profesora vio llegar al niño de la mano de su padre, lo primero que hizo fue quitarle el parche y la espada. El parche, dijo indignada, porque podía herir la sensibilidad de las personas con alguna minusvalía de visión ocular; y la espada de plástico, porque en ese colegio las armas estaban prohibidas. Y cuando Paco argumentó que los piratas llevaban armas para sus abordajes y masacres, la profe zanjó el asunto con un seco: "También había piratas buenos".
Pero la peor fama de Paco en el colegio de su hijo, piratas y parche aparte, viene de la cosa alimentaria: la merienda. No hay una sola madre con hijo allí que no sea una talibán de la alimentación sana; y como el gran enemigo de las madres progres son la harina refinada y las bebidas carbonatadas, cuando acuden a buscar a los niños todas van provistas de fruta ultrasana, jugo de papaya virgen, pan de pipas, pan integral con levadura madre enriquecida con semillas, jamón york ecológico, queso de leche de soja o tortilla de huevos de gallinas salvajes que viven en libertad, igualdad y fraternidad. Los carbohidratos, naturalmente, sólo se consienten en los cumpleaños; y según cuenta Paco, basta pronunciar la palabra Nocilla o dulce de leche para ganarte una oleada de miradas asesinas. Al principio, dice, esperaba a su hijo en la puerta del cole con la moto y un donut o un sandwich. "Y como los otros críos miraban al mío con envidia, no puedes imaginarte el odio con el que me trataban algunas madres. Como si fuera un terrorista. Hasta dejaron de invitar a mi hijo a los cumpleaños y fiestas de pijamas." Alguna, incluso, hasta lo ha delatado ante la madre: "Deberías vigilar lo que le da de comer tu exmarido".
Así que, en los últimos tiempos, Paco y su vástago han pasado a la clandestinidad en cuestión de meriendas, utilizando entre ellos una jerga en código que los protege de la Gestapo materno-escolar. Cuando el enano sale de clase con los compañeros, ya está adiestrado para preguntar a su padre cosas como "¿Qué hay de lo que tú sabes?", a lo que Paco responde, tras mirar prudente a un lado y a otro: "Tranqui colega, ahora te lo paso". Entonces el chico le guiña un ojo y pregunta, susurrando esperanzado el nombre de un alfajor español: "¿Foskito?". Pero Paco mueve la cabeza: "Hoy toca zoológico", responde. Y mientras suben a la moto, clandestinamente, ocultándolo bajo el anorak de su hijo, le pasa un pastelito con la forma de tigre o la pantera rosa.
El País
DOMINGO 11 DE DICIEMBRE DE 2016