El niño vagabundo By Dr Guy Neron
El temperamento paranoico está hecho de susceptibilidad, de desconfianza y orgullo; el paranoico es un egoísta, un autofílico, desconfiado, irritable, celoso,rencoroso, vindicativo, en rebeldía constante contra las reglas de la sociedad. La comprensión , la memoria y el poder volitivo pueden ser normales; las alteraciones dominantes son las de la moral y sobre todo del juicio.
El niño paranoico no responde enteramente a este tipo, o más que nada , no ha llegado aún a este estadio; como sea que la sociedad le impide entregarse a este vagabundeo perpetuamente al detenerle rápidamente , es sobre todo un individuo que efectúa fugas repetidas. Con ilusión infantil espera mucho tiempo encontrar el puerto donde será esperado por los admiradores los aduladores y los fieles , y poco a poco chocando cada vez más dolorosamente con las barreras sociales, se refugia en la situación gloriosa de incomprendido y de rebelde.
Se advierte siempre, cuando se dispone de observaciones un poco completas, que sus fugas son causadas por una herida al amor propio: las amonestaciones o simplemente la burla de un profesor ante sus camaradas, un castigo infligido por los padres o una observación ´zahiriente´´ del encargado o del patrono en el taller.
Algunas veces la huida no se produce bajo el impulso de la cólera; ha sido reflexionada y bien preparada ; quiere desquitarse de la humillación constante de su amor propio , de los incidentes inevitables de la vida en común , que él cree siempre voluntariamente preparados y dirigidos contra él : se irá lejos de su casa. Con frecuencia intentará irse a las colonias, donde cree bajo la influencia de lecturas mal digeridas, que será para los indígenas un amo absoluto.
A veces la fuga reconoce como origen la fanfarronería.En las conversaciones con los camaradas , dice un día que puesto no es feliz en su casa , se irá de ella. Se ríen de él , lo desafían. Se va por chulería. No teme ni a sus padres ni a nadie ´´ vivirá su vida´´.
En muchos niños firmes y calmosamente dirigidos, estas tendencias paranoicas son fácilmente canalizadas y convenientemente sublimadas, pero ! en cuántos otros han sido exageradas por la curiosidad minuciosa e indiscreta de una madre demasiado presente siempre y por la incomprensión de un padre demasiado distante.
miércoles, 21 de diciembre de 2016
El niño vagabundo By Dr Guy Neron
La Muerte de Ivan Ilich - Leon N Tolstoi
--Para una vez que me ocurrió en casa de Piotr Ivanovich...- protestaba él contrariado.
Lo que Praskovia Fiódorovna pensaba de la enfermedad de su marido era lo mismo que decía a otras personas y también él: Iván Ilich era el culpable y toda la enfermedad no significaba más que un nuevo disgusto que le causaba a ella . Ivan Ilich sentía que no lo hacía a propósito, aunque no por ello sintiese el menor alivio.
En la Audiencia Iván Ilich notaba, o le parecía notar, una extraña actitud hacia él , unas veces se le antojaba que le miraban como a un hombre que pronto dejaría vacante su puesto ; otras, que de repente sus amigos se ponían a tomarle cariñosamente el pelo por sus miedos , como si la cosa más horrible, espantosa , inaudita , agazapada dentro de él , que le consumía sin cesar , arrastrándole incontenible mente no sabía no sabía hacia donde , fuese el tema más alegre de bromas. Quien más le irritaba era Schwartz , que, con su alegría, su vivacidad y su aire comme il faut, le recordaba a Iván Ilich lo que había sido él diez años atrás.
Llegaban los amigos a jugar la partida. Tomaban asiento. Ya estaban repartidas las cartas nuevecitas.
Los corazones están en fila, hay siete. Su compañero dice que no lleva y se queda con dos corazones. ¿Qué más se podía esperar para estar contentos y felices?
Pero, de pronto, notaba Iván Ilich aquel dolo sordo, aquel sabor de boca, y le parecía absurdo poderse alegrar de sus buenas cartas en esas condiciones.
Se fijaba en Mijaíl Mijáilovich, su compañero, en cómo golpeaba la mesa con su mano rolliza y , respetuoso y condescendiente , en vez de arramblar con las bazas, las empujaba hacia Iván Illich para cederle el placer de recogerlas sin esforzarse , sin estirar demasiado el brazo ,; ¿ Se habrá creído que estoy tan débil que no puedo alargar la mano?, pensaba Ivan Illich , pensaba Ivan Illich y , olvidando qué palo era el triunfo , cortaba a su compañero , y perdía tres manos. Lo peor de todo era ver cómo sufría Mijaíl Mijáillovich mientras que a él le daba todo lo mismo. Y era espantoso pensar por qué le daba todo igual.
Los demás notaban que lo que estaba pasando mal y le decían : Si estás fatigado, podemos dejarlo.
Descanse un poco. ¿Descansar? No; él no estaba fatigado en absoluto. Terminarían la partida. Todos estaban taciturnos y callados. Iván Ilich se daba cuenta de que él había motivado aquel estado de animo, pero no podía disiparlo . Cenaban, se iban y él se quedaba solo, con la conciencia de que su vida estaba envenenada, de que envenenada la vida de los que le rodeaban y de que esto , en lugar de debilitarse, penetraba casa vez ,más en todo su ser.
Y con esta conciencia, además del dolor físico y una sensación de espanto , tenía que acostarse, y a menudo el dolor casi no le dejaba dormir en toda la noche.Pero la mañana siguiente debía levantarse , vestirse, ir a la Audiencia, hablar , escribir... Y, si no hacía todo esto , debía quedarse en casa las veinticuatro horas del día , cada una de las cuales para él era un tormento. Y una existencia así, solo, al borde del precipicio, sin que nadie le comprendiera y se condoliera de él.
miércoles, 14 de diciembre de 2016
La merienda del niño O cómo ganarte una oleada de miradas asesinas Por Arturo Pérez-Reverte
MADRID
Divorciado. Mi amigo Paco -lo llamaremos Paco para no complicarle más la vida- es divorciado desde hace tiempo, de ésos a los que la mujer, un día y como si no viniera a cuento, aunque siempre viene, le dijo: "Ahí te quedas, gilipollas, porque me tienes harta", y se largó de casa. Al principio, como tienen un hijo de ocho años, la cosa funcionó en plan amistoso, pensión de mutuo acuerdo y demás, tú a Boston y yo a California. Pero la ex legítima, cuenta Paco, se juntó con unas cuantas amigas también divorciadas que empezaron a crear ambiente. Cómo dejas que ese hijoputa se vaya de rositas, sácale los tuétanos, y cosas así. Lo normal. Además, una de las compañeras era abogada, así que Paco lo tenía claro. Su ex lo pensó mejor, se la puso flamenca, y al año de separarse le había quitado la casa, el coche, el perro, las tres cuartas partes del sueldo y la custodia del niño. "Y no me quitó la moto -dice Paco-, porque me arrastré como un gusano, suplicando que me la dejara."
Desde entonces, un día a la semana, mi amigo va a recoger a su hijo al cole. En Madrid. Se trata, me cuenta, de uno de esos colegios conchetos y progres de barrio de Chamberí, con papis modernos y enrollados -"como lo era yo, te lo juro, hasta que esa zorra me dio por saco", matiza Paco-, donde a las criaturas se les quita horas de Lengua, de Historia y de Ciencias para darles Valores y Buen Rollito, Estabilidad Emocional, Dinámica de Grupo, Gramática de Género y Génera, Convivencia de Civilizaciones, Acogida a Refugiados y otras materias de vital importancia.
Paco tiene mala imagen en el cole de su hijo. Seguramente se debe a que el curso pasado, en la fiesta de Halloween, o de Acción de Gracias, o del Ramadán, una de ésas -Navidad o Reyes no eran, seguro, pues no se celebran para no ofender a los padres y niños no creyentes-, donde el asunto para disfrazar a los niños eran los piratas del Caribe, a Paco se le ocurrió vestir a su hijo, que le tocaba en casa ese día, con un parche en el ojo y una espada de plástico. Y cuando la profesora vio llegar al niño de la mano de su padre, lo primero que hizo fue quitarle el parche y la espada. El parche, dijo indignada, porque podía herir la sensibilidad de las personas con alguna minusvalía de visión ocular; y la espada de plástico, porque en ese colegio las armas estaban prohibidas. Y cuando Paco argumentó que los piratas llevaban armas para sus abordajes y masacres, la profe zanjó el asunto con un seco: "También había piratas buenos".
Pero la peor fama de Paco en el colegio de su hijo, piratas y parche aparte, viene de la cosa alimentaria: la merienda. No hay una sola madre con hijo allí que no sea una talibán de la alimentación sana; y como el gran enemigo de las madres progres son la harina refinada y las bebidas carbonatadas, cuando acuden a buscar a los niños todas van provistas de fruta ultrasana, jugo de papaya virgen, pan de pipas, pan integral con levadura madre enriquecida con semillas, jamón york ecológico, queso de leche de soja o tortilla de huevos de gallinas salvajes que viven en libertad, igualdad y fraternidad. Los carbohidratos, naturalmente, sólo se consienten en los cumpleaños; y según cuenta Paco, basta pronunciar la palabra Nocilla o dulce de leche para ganarte una oleada de miradas asesinas. Al principio, dice, esperaba a su hijo en la puerta del cole con la moto y un donut o un sandwich. "Y como los otros críos miraban al mío con envidia, no puedes imaginarte el odio con el que me trataban algunas madres. Como si fuera un terrorista. Hasta dejaron de invitar a mi hijo a los cumpleaños y fiestas de pijamas." Alguna, incluso, hasta lo ha delatado ante la madre: "Deberías vigilar lo que le da de comer tu exmarido".
Así que, en los últimos tiempos, Paco y su vástago han pasado a la clandestinidad en cuestión de meriendas, utilizando entre ellos una jerga en código que los protege de la Gestapo materno-escolar. Cuando el enano sale de clase con los compañeros, ya está adiestrado para preguntar a su padre cosas como "¿Qué hay de lo que tú sabes?", a lo que Paco responde, tras mirar prudente a un lado y a otro: "Tranqui colega, ahora te lo paso". Entonces el chico le guiña un ojo y pregunta, susurrando esperanzado el nombre de un alfajor español: "¿Foskito?". Pero Paco mueve la cabeza: "Hoy toca zoológico", responde. Y mientras suben a la moto, clandestinamente, ocultándolo bajo el anorak de su hijo, le pasa un pastelito con la forma de tigre o la pantera rosa.
El País
DOMINGO 11 DE DICIEMBRE DE 2016
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Principios y Filosofía comercial para la pequeña y mediana empresa Por Iosif Stalin
Principios y Filosofía comercial para la pequeña y mediana empresa
En el mundo todo está en movimiento... Cambia la vida, crecen las
fuerzas productivas, se desmoronan las viejas relaciones sociales... (C. Marx)
¿ANARQUISMO O SOCIALISMO? (Por Iosif Stalin)
El eje de la vida social moderna es la lucha de clases. Y en el curso de esta lucha
cada clase se rige por su ideología. La burguesía tiene su propia ideología: el llamado
liberalismo. El proletariado también tiene su propia ideología: es, como se sabe, el
socialismo.
No se puede considerar el liberalismo como un todo único e indiviso: se
subdivide en diferentes tendencias, correspondientes a las diferentes capas de la
burguesía.
Tampoco el socialismo es único e indiviso: en él se dan asimismo diferentes
tendencias.
No vamos a ocuparnos aquí del análisis del liberalismo: mejor es dejarlo para
otro momento. Queremos dar a conocer al lector sólo el socialismo y sus corrientes. En
nuestra opinión, esto tendrá más interés.
El socialismo se divide en tres corrientes principales: el reformismo, el
anarquismo y el marxismo.
El reformismo (Bernstein y otros), que considera el socialismo como un objetivo
lejano y nada más; el reformismo, que de hecho niega la revolución socialista y trata de instaurar el socialismo por vía pacífica; el reformismo, que no preconiza la lucha de clases, sino su colaboración; este reformismo se descompone de día en día, pierde de día en día todos los rasgos del socialismo, y, en nuestra opinión, no hay ninguna necesidad de analizarlo aquí, en estos artículos, al definir el socialismo.
Otra cosa completamente distinta ocurre con el marxismo y el anarquismo: ambos son reconocidos en la actualidad como corrientes socialistas, ambos sostienen una lucha encarnizada entre sí, ambos tratan de presentarse a los ojos del proletariado como doctrinas auténticamente socialistas, y, claro está, el examen y la contraposición de los mismos será para el lector mucho más interesante.
No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se vuelven con desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica» barata es tan indigna como inútil.
No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy «masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo debe ser demostrada.
Algunos consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismo principios, que entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión, es completamente imposible contraponer estas dos corrientes. Pero eso es un gran error.
Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la «doctrina» de los anarquistas desde el comienzo hasta el fin y sopesarla concienzudamente en todos sus aspectos.
El hecho es que el marxismo y el anarquismo se basan en principios completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo la bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es el individuo, cuya emancipación es, a juicio de los anarquistas, la condición principal de la emancipación de la masa, de la colectividad. A juicio del anarquismo, la emancipación de la masa es imposible hasta que se emancipe el individuo, debido a lo cual su consigna es: «Todo para el individuo».
En cambio, la piedra angular del marxismo es la masa, cuya emancipación es, a juicio de él, la condición principal de la emancipación del individuo. Es decir, a juicio del marxismo, la emancipación del individuo es imposible hasta que se emancipe la masa, debido a lo cual su consigna es: «Todo para la masa». Es claro que aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no sólo discrepancias tácticas.
«No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, su ser social es lo que determina su conciencia». (C. Marx)
Nosotros sabemos, por ejemplo, que en un tiempo la tierra era una masa ígnea incandescente; después se fue enfriando poco a poco, más tarde aparecieron los vegetales y los animales, al desarrollo del mundo animal sucedió la aparición de una determinada variedad de monos, y luego, a todo ello, siguió la aparición del hombre. Así se ha operado, en líneas generales, el desarrollo de la naturaleza. Sabemos asimismo que la vida social tampoco ha estado fija en un punto. Hubo un tiempo en que los hombres vivían en el comunismo primitivo; entonces obtenían su sustento de la caza primitiva, erraban por los bosques y conseguían así sus alimentos.
Llegó una época en que el comunismo primitivo fue sustituido por el matriarcado: entonces la sociedad satisfacía sus necesidades principalmente por medio de la agricultura primitiva. Después el matriarcado fue sustituido por el patriarcado, cuando los hombres obtenían su sustento, principalmente de la ganadería.
Más tarde el patriarcado fue sustituido por el régimen esclavista: entonces los hombres lograban su sustento de una agricultura relativamente más desarrollada. Al régimen esclavista siguió el feudalismo, y a todo ello sucedió el régimen burgués. Así se ha operado, en líneas generales, el desarrollo de la vida social.
La historia muestra que si en distintas épocas los hombres han tenido diferentes ideas y deseos, la causa está en que en las distintas épocas han luchado de modo distinto con la naturaleza para la satisfacción de sus necesidades, y sus relaciones económicas se han ido estableciendo, en consonancia con esto, de distinta manera. Hubo un tiempo en que los hombres luchaban contra la naturaleza en común, sobre la base de los principios comunistas primitivos; su propiedad era entonces también comunista, y por ello casi no distinguían entre lo «mío» y lo «tuyo», por ello su conciencia era comunista. Llegó un tiempo en que en la producción penetró la distinción de lo «mío» y lo «tuyo»: entonces la propiedad tomó asimismo un carácter privado, individual, y por ello la conciencia de los hombres se penetró del sentimiento de la propiedad privada. Llega una época, la época presente, en que la producción reviste de nuevo un carácter social; por lo tanto, pronto la propiedad revestirá asimismo un carácter social, y, precisamente por ello, la
conciencia de los hombres se penetra poco a poco de socialismo.
*(Mi pequeña Pymes, algunos principios fundamentales por los que no puedo salir adelante con mi Pymes )*
Un ejemplo sencillo. Figuraos un zapatero que tuvo n pequeño taller, pero no resistió la competencia de los grandes patronos, cerró el taller y se puso a trabajar como asalariado, supongamos, en la fábrica de calzado de Adeljánov, en Tiflís. Entró en la fábrica de Adeljánov, pero no con el propósito de convertirse para siempre en un obrero asalariado, sino con el fin de juntar dinero, reunir un capitalillo y después abrir de nuevo su taller. Como veis, la situación de este zapatero es ya proletaria, pero su conciencia no es todavía proletaria, es profundamente pequeñoburguesa. Dicho en otros términos, la situación pequeñoburguesa de este zapatero ha desaparecido ya, no existe, pero su conciencia pequeñoburguesa todavía no ha desaparecido, ha quedado a la zaga de su situación real.
Pero volvamos a nuestro zapatero. Como ya sabemos, se propone juntar dinero y después abrir su taller. El zapatero proletarizado trabaja y ve que reunir dinero es una cosa muy difícil, ya que el salario apenas si le llega para sustentarse.
Observa, además, que la apertura de un taller particular no es ya tan sugestiva: el pago del alquiler de un local, los caprichos de los clientes, la falta de dinero, la competencia de los grandes patronos y demás preocupaciones por el estilo son otros tantos quebraderos de cabeza que agobian al dueño de un pequeño taller.
En cambio, el proletario está relativamente más libre de tales preocupaciones, no le inquieta el cliente ni el alquiler del local; llega por la mañana a la fábrica, sale por la noche «muy tranquilo» y, con la misma tranquilidad, el sábado se embolsa la «paga».
Esto es precisamente lo que por primera vez les corta las alas a los sueños pequeñoburgueses de nuestro zapatero, esto hace también que por primera vez aparezcan en su espíritu aspiraciones proletarias. Pasa el tiempo, y nuestro zapatero ve que el dinero no le alcanza para lo más indispensable, que le es sumamente necesario un aumento de salario. Al propio tiempo observa que sus camaradas hablan de sindicatos y de huelgas. Esto mismo hace que nuestro zapatero cobre conciencia de que para mejorar su situación es necesario luchar contra los patronos, y no abrir un taller propio. Ingresa en el sindicato, se incorpora al movimiento huelguístico y pronto se adhiere a las ideas socialistas...
martes, 8 de noviembre de 2016
Diferencias individuales y personalidades - Susan isaac
He expuesto someramente hechos que prueban la existencia de amplias diferencias características entre los niños de edades diferentes. En las últimas páginas de este libro trataré de dar más detalles del cuadro correspondiente al período de desarrollo de la escuela primaria,
Pero antes de eso, existe otro grupo de hechos que debemos considerar. Es decir, los hechos de las diferencias individuales. Todos sabemos que los niños de cualquier período dado, difieren mucho entre si. El niño de la escuela primaria es un elemento maleable adecuado para aceptar nuestras generalizaciones educativas. Pero Tomas , Sebastian , Maria , Jeremias y Daniel, con diez años cumplidos el mes pasado, tienen casi tantas diferencias entre sí como similitudes.
Tomas es endeble , menudo y atrasado, Maria es rápida , conversadora, pero no muy segura; Daniel es perseverante, capaz y con buenas perspectivas de triunfo.
Y estos contrastes en capacidad y temperamento hacen que no sea nada fácil el tratar con ellos en una sola clase y con los mismos métodos. Es inútil esperar que Tomas alcance el nivel general de su grupo, mientras que Daniel lo adelanta sin dificultad, y Maria se torna inquieta y traviesa, porque no tiene el material suficiente que la mantenga ocupada mientras se contemplan las necesidades del resto de la clase.
Las verdaderas diferencias entre Tomás , María y Daniel, son el resultado de tres clases principales de influencias. Primero, y probablemente a la cabeza en importancia, está la diferencia de capacidad innata entre un niño y otro. Esto establece el límite de posibilidades más allá del cual no podemos enseñar a un niño. Estamos muy familiarizados con este límite en el caso de aquellos niños que han sido seleccionados para las escuelas especiales . Sabemos que aun los más hábiles métodos métodos de enseñanza nunca los colocarán en el nivel educativo correspondiente al niño corriente. Y también el niño corriente tiene sus limites , afortunadamente menos estrechos; pero igualmente fijados por su innato equipo mental.
Aun si un niño tiene una capacidad intelectual muy alta, sin embargo, puede que nunca alcance a cosechar el fruto de sus dones originarios , a menos que posea ciertas cualidades de temperamento y de carácter. Si no puede perseverar en su trabajo , si es inestable en sus propósitos y deseos, si tiende a hacer uso de métodos perversos en la escuela , su ingenio innato no lo llevará muy lejos en el aprendizaje y en sus empresas.
https://en.wikipedia.org/wiki/Susan_Isaacs
miércoles, 2 de noviembre de 2016
Surrealismo económico Argentino - El Desfalco - Por Saphiro Encina
Surrealismo económico Argentino - El Desfalco - Por Saphiro Encina
El capitalismo es un sistema que esta siendo utilizado a nuestro favor o puede hacerse , no es lo único pero es importante. Podemos seguir creado cultura. Pero la infraestructura es lo que falla y pide auxilio. ¿Ahora tenemos capital para hacerlo?
¿Su sincerar la economía vendría a ser invertir en la argentina ?
Desconfiamos del administrador porque ya nos fallo en otras ocasiones, elegimos ahorrar en ´´la moneda´´ más valiosa y la guardamos fuera del sistema bancario. Para así no perder poder adquisitivo. La argentina se fundió y el capital de los ciudadanos nativos o no , estaban guardados muy seguramente en un banco , el estado para no quebrar malverso la plata de los ahorristas y dejo sin tener a disposición del dinero a los clientes de los bancos, proponiendoles diferentes propuestas de pago a mediano y largo plazo.
La población notó la fragilidad del sistema económico y bancario del país , perdió la confianza en el sistema y comenzó a ser su propio banco , acumulando sus riquezas en sus casas.
Esto provoco que los bancos obtuvieran menos dinero para re invertir en el circulo de acciones que provoca el dinero guardado en un banco. Las finanzas de un país se obtienen del banco central pero siguen siendo una red interbancaria , todos los bancos llevan alguna relación sean privados o públicos. Entonces la cuenta incluiría a todos.
El dinero que esta fuera del sistema no es contabilizado para realizar los números exactos del estado de la economía argentina , entonces la Argentina sigue fundida.
Ahora volver a confiar en los próximos administradores de la caja publica nacional, y poner todo nuestro dinero para que sea derrochado o malversado o utilizado en causas antidemocraticas y de mayorías , o innecesarias.
No vamos a darle nuestro dinero para que fallen en gobernar y construir nuestro país, o construyan sus negocios privados en base al dinero publico.
El dinero fuera del sistema financiero no cambia las estadísticas generales y económicas de un país. Pero eso no quiere decir que el dinero no exista.¿ Ahora nos conviene utilizar el sistema financiero argentino e internacional? O deberíamos creer que el sistema esta lleno de topos y estafadores
fraudulentos sin escrúpulos que nos van a chorear todo.
¿O somos malos administradores o somos ciudadanos genios que burlan el sistema financiero ? ¿Hay hombres mas ricos que el estado?
No se porque es , pero el Estado en argentina no es parte del país , esta como abandonado a un costado como si nadie quisiera hacerse cargo de semejante problema.
Saphiro Encina 2016 Apuntes Macedonicos MusicaHastaPorLasOrejas Ignacio Perez Vizzon
El capitalismo es un sistema que esta siendo utilizado a nuestro favor o puede hacerse , no es lo único pero es importante. Podemos seguir creado cultura. Pero la infraestructura es lo que falla y pide auxilio. ¿Ahora tenemos capital para hacerlo?
¿Su sincerar la economía vendría a ser invertir en la argentina ?
Desconfiamos del administrador porque ya nos fallo en otras ocasiones, elegimos ahorrar en ´´la moneda´´ más valiosa y la guardamos fuera del sistema bancario. Para así no perder poder adquisitivo. La argentina se fundió y el capital de los ciudadanos nativos o no , estaban guardados muy seguramente en un banco , el estado para no quebrar malverso la plata de los ahorristas y dejo sin tener a disposición del dinero a los clientes de los bancos, proponiendoles diferentes propuestas de pago a mediano y largo plazo.
La población notó la fragilidad del sistema económico y bancario del país , perdió la confianza en el sistema y comenzó a ser su propio banco , acumulando sus riquezas en sus casas.
Esto provoco que los bancos obtuvieran menos dinero para re invertir en el circulo de acciones que provoca el dinero guardado en un banco. Las finanzas de un país se obtienen del banco central pero siguen siendo una red interbancaria , todos los bancos llevan alguna relación sean privados o públicos. Entonces la cuenta incluiría a todos.
El dinero que esta fuera del sistema no es contabilizado para realizar los números exactos del estado de la economía argentina , entonces la Argentina sigue fundida.
Ahora volver a confiar en los próximos administradores de la caja publica nacional, y poner todo nuestro dinero para que sea derrochado o malversado o utilizado en causas antidemocraticas y de mayorías , o innecesarias.
No vamos a darle nuestro dinero para que fallen en gobernar y construir nuestro país, o construyan sus negocios privados en base al dinero publico.
El dinero fuera del sistema financiero no cambia las estadísticas generales y económicas de un país. Pero eso no quiere decir que el dinero no exista.¿ Ahora nos conviene utilizar el sistema financiero argentino e internacional? O deberíamos creer que el sistema esta lleno de topos y estafadores
fraudulentos sin escrúpulos que nos van a chorear todo.
¿O somos malos administradores o somos ciudadanos genios que burlan el sistema financiero ? ¿Hay hombres mas ricos que el estado?
No se porque es , pero el Estado en argentina no es parte del país , esta como abandonado a un costado como si nadie quisiera hacerse cargo de semejante problema.
Saphiro Encina 2016 Apuntes Macedonicos MusicaHastaPorLasOrejas Ignacio Perez Vizzon
martes, 1 de noviembre de 2016
Pragmatismo antiético del mercado Por: Frei Betto
En las páginas iniciales del primer libro de la Biblia, el Génesis, sobresale el tema de la ética: en el centro del jardín del Edén había un árbol del bien y del mal. El árbol es el símbolo claro de que toda la organización de la vida humana debe ser planificada en torno a principios éticos.
Nacemos para la libertad. Si somos libres tenemos siempre ante los ojos un abanico de opciones. Podemos optar por la opresión o por la liberación, por la competitividad o por la solidaridad.
Cada una de nuestras opciones, tanto personales como sociales, se fundamenta en una raíz ética o antiética. Pues, como señala santo Tomás de Aquino, todos, sin excepción, estamos en busca del bien mayor, incluso cuando practicamos el mal. Y el bien mayor es la felicidad.
Pero la ética exige una respuesta de cada uno de nosotros: ¿busco mi felicidad, aunque sea a costa de la infelicidad ajena, o busco la felicidad de todos, aunque mi felicidad esté acompañada del sacrificio de la propia vida?
Sabemos que en el mundo capitalista, globocolonizado, el desarrollo, como bien analizó Marx, siempre ha significado mayor acumulación de riquezas en manos privadas. Nunca fue realizado en función de las necesidades reales de la mayoría de la población. Se trazan calles asfaltadas e iluminadas en lotificaciones de terrenos vacíos, destinados a ser condominios de lujo, mientras que las calles populosas de las periferias de las ciudades no merecen ningún tipo de inversión y en ellas proliferan grandes hoyos infectados de desechos humanos.
Quizás el ejemplo más significativo de la lógica perversa que rige el desarrollo capitalista sea el hecho extraordinario de que el ser humano, a un costo de US$ 60 mil millones, ha puesto sus pies en la luna, mientras que todavía no ha logrado poner nutrientes esenciales en el vientre de millones de niños de América Latina,África y Asia.
La razón instrumental de la modernidad fracasó por ceder al pragmatismo del mercado y distanciarse de valores como la ética. En el capitalismo cualquier sistema axiológico constituye un estorbo. La ética sólo existe como discurso para engañar a los ingenuos, parecido a las “manchas verdes” que configuran la propaganda de las grandes empresas devastadoras del medio ambiente. Es el caso de la Compañía Vale, en el Brasil, y la Samarco, vinculada a ella, que en noviembre del 2015, debido a la rotura de una represa, ocasionó el mayor desastre ecológico de la historia del país, envenenando el río Dulce, una de nuestras vías fluviales más importantes y causando un perjuicio tasado en no menos de US$ 5 mil millones.
El desarrollo, en el mundo capitalista, es antes un negocio que un programa de mejoramiento de la calidad de vida de la población. Vea, por ejemplo, la especulación inmobiliaria. Mientras una tercera parte de la población de Rio de Janeiro vive en favelas, o sea dos millones de personas, en la orilla del mar miles de casas y apartamentos permanecen cerrados casi todo el año, siendo utilizados sólo cuando las vacaciones de sus propietarios coinciden con el período de verano.
En el DNI del desarrollo capitalista hay un virus que parece invencible: la corrupción. El Brasil destaca hoy día, por desgracia, como país donde la corrupción contaminó lo mismo al gobierno que a nuestras mayores empresas, como Petrobras. Y recordemos que sucede algo parecido en numerosos países. La diferencia -meritoria para nuestro país- es que los gobiernos de Lula y de Dilma no movieron ni un dedo para impedir a la Policía Federal y al Ministerio Público denunciar e investigar a los corruptos y corruptores en el poder público y en la iniciativa privada, incluyendo presidentes de grandes empresas y a ministros del gobierno del Partido de los Trabajadores.
Toda la historia del desarrollo brasileño está marcada por la alianza entre corrupción e impunidad. Felizmente la Justicia promueve su divorcio, establece transparencia y favorece castigos y cárcel, proceso que, tristemente, está lejos de llegar a su fin.
Frei Betto es escritor, autor de “El desafío ético”, junto con Cristovam Buarque y Verissimo, entre otros libros.
CUBADEBATE.CU
martes, 25 de octubre de 2016
Ética, profesionalidad y vida cotidiana - Graziella Pogolotti
Hay palabras grandotas que asustan. Tienen un contenido filosófico, con lo que adquieren prestigio, se cargan de resonancias solemnes y parecen remitirse a un universo distante y abstracto. Sin embargo, nada más lejano de nuestro pequeño planeta que las constelaciones. Durante siglos, la Estrella Polar y la Cruz del Sur trazaron el camino a los navegantes que, con instrumentos rudimentarios, buscaron las últimas fronteras de la Tierra.
Ética es una de esas palabras que gravita sobre nosotros con fuerte peso específico. Todo ejercicio profesional está presidido por un código de ética, documento que según la tradición establecida, leemos y juramos en reiteradas ocasiones a lo largo de nuestras vidas. Pasado el momento del ritual, el texto se incorpora a una carpeta junto a documentos de primerísima importancia que amarillean en el olvido.
Por eso, de cuando en cuando, hay que bajar de su pedestal las palabras grandotas, ponerles un par de sandalias y echarlas a andar junto a nosotros. Entonces, vivitas y coleando, las reconocemos y sentimos el tironcillo de orejas cuando nos desviamos de principios esenciales. Todos hemos tenido la experiencia de observar al cirujano saliendo extenuado del salón de operaciones después de horas de duro batallar por salvar la vida de una persona desconocida. Lejos del quirófano, si se produce un accidente callejero, puede aparecer alguien que, sin identificarse previamente, se precipita en auxilio de las víctimas. Inseparables, su ética y su práctica profesional le exigen comprometerse con la tarea y postergar, en función de la demanda emergente, cualquier interés personal.
El compromiso profesional de un médico responde al principio de preservación de la existencia de los seres humanos. Otras prácticas garantizan la higiene de una sociedad y la calidad del oxígeno que se respira en ella. El maestro no se limita a transmitir conocimiento. Tiene a su cargo la salud del espíritu. Sus principios éticos derivan, ante todo, de una conducta, vale decir, de una ejemplaridad arraigada a la defensa de la equidad en el modo de valorar y corregir el comportamiento de los estudiantes. Su toga, representación simbólica de su autoridad en el espacio sagrado del aula, se fundamenta en la búsqueda y preservación de la verdad. En su caso, la ética obliga a sembrar valores ciudadanos indispensables para el obrero, el científico y el dirigente del futuro.
El crecimiento demográfico y la progresiva concentración urbana han acentuado la naturaleza gregaria de la especie humana. En Los pasos perdidos, Carpentier relata la historia de un músico que abandona la gran ciudad para viajar hasta el fondo de la selva. Allí, en el sencillo habitar de una humanidad que comienza a ingresar en la historia, encuentra una forma de felicidad y recupera su facultad de crear. Hombre de la modernidad, padece la falta de papel. Vuelve a la ciudad en procura de medios que le resultan imprescindibles. El avión lo espera. Al despegar rumbo a la ciudad proveedora de los bienes necesarios, está cerrando, sin saberlo todavía, las posibilidades de regreso al paraíso momentáneamente recobrado.
La vida moderna nos hace depender de una red infinita de personas invisibles sin nombres ni rostros identificables. Al despertar cada mañana, debemos recibir agua y luz, tenemos acceso a información procedente de lugares distantes. El pan del desayuno está hecho de trigo cultivado en algún país lejano. Atravesó mares para llegar al puerto desde donde será enviado a un molino para hacer harina y esta transportada hacia la panadería y horneada entonces por alguien que
permanece en la trastienda. Al igual que las necesidades, los oficios y las profesiones se multiplican. Cada contribución tecnológica genera nuevas demandas técnicas. Una cadena de tareas ocultas existe tras el funcionamiento de los celulares y las computadoras cada vez más interrelacionados a nuestra cotidianidad. Este universo de complejísimas relaciones de interdependencia requiere ordenamiento jurídico y desarrollo de conciencia ciudadana. De no haber reglas de juego reconocidas y aceptadas por todos, el caos, verdadera guerra entre individualidades desorbitadas, interferirían con el buen vivir de cada cual. Para establecer los principios del vivir colectivo, las sociedades constituyen un cuerpo jurídico al servicio de los intereses hegemónicos. Así pudo adquirir legitimidad la conversión del ser humano en mercancía mediante la compraventa de esclavos. En su proceso de construcción, nuestra sociedad ha estructurado leyes que conciliaron la defensa de principios esenciales y la respuesta concreta a situaciones emergentes. La aplicación de la ley expresa, en el transcurso de la vida cotidiana, los conceptos que preservan la nación así como los derechos y deberes del ciudadano.
Los encargados de impartir justicia y de garantizar el orden son servidores públicos. Tan delicada función impone una alta exigencia ética. La imagen de la justicia suele caracterizarse por una banda que cubre los ojos y una mano que sostiene la balanza. Abogados, jueces y mantenedores del orden están comprometidos con una ética tan rigurosa como la que preside la actitud profesional médica. La salud del cuerpo y la protección de la vida humana son inseparables de la salud de la sociedad. Con una venda en los ojos, la justicia debe colocarse por encima de compromisos mezquinos, de falsas nociones de amistad y resquicios abiertos al soborno, a la corrupción, males que gangrenan los pilares de un proyecto social fundado en la equidad, en la protección de los sectores más vulnerables, en el reconocimiento al mérito y en la igualdad de oportunidades con vistas al desarrollo personal y colectivo.
El clarín mañanero tiene que despertar los códigos de ética que amarillean en carpetas bien guardadas, sacudir el polvo que recubre la letra muerta y traducir los principios abstractos en la práctica cotidiana de un quehacer de todos, orientados a barrer de las calles lo feo y lo sucio, plantas parasitarias que amenazan con contaminarnos.
martes, 18 de octubre de 2016
La salud mental en la cultura - Fernando Ulloa
Así pensaba Fernando Ulloa, el psicoanalista que murió en 2008. Ahora se reeditan dos de sus libros.
Pocas veces el diván tuvo un acercamiento tan profundo al entorno social como el del consultorio de Fernando Ulloa. Creador de un estilo terapéutico particular y efectivo, supo distinguirse en el mapa del psicoanálisis local por su mirada integradora, que ubicaba la problemática del paciente dentro de una imagen ampliada que incluía al contexto total y que él llamaba “cultura”. A cuatro años de su muerte, se reeditan dos libros del psicoanalista que resultan clave para acercarse a él y que, sin ser textos de divulgación, están pensados para públicos amplios que atraviesan las murallas del psicoanálisis. “La salud mental –definía–, ajustada a algunas circunstancias, es una producción cultural ”.
Libros del Zorzal acaba de publicar Novela clínica psicoanalista. Historia de una práctica y Salud ele-mental.
Con toda la mar detrás . Dos libros que dejan ver el trabajo de Ulloa con nitidez. En Novela Clínica..., Ulloa habla del oficio del psicoanalista y subraya la importancia que tuvo en su vida la “Experiencia Rosario”. Esta actividad realizada a fines de los ‘50 y organizada por Pichon-Rivière, tuvo como objetivo la realización de un laboratorio social, de trabajo en comunidad, y la aplicación de una didáctica interdisciplinaria. Fue un trabajo entre psicoanalistas, psicólogos y trabajadores sociales.
Ulloa siguió buscando un camino de perfeccionamiento del psicoanálisis. Por ejemplo, cuestionó los conceptos de “interpretación” y de “regresión transferencial”, según el que un paciente recrea en sesión el temor a las figuras de autoridad de la infancia.
En Salud ele-Mental Ulloa profundiza los beneficios del trabajo interdisciplinario para el tratamiento de psicopatologías. Y es aquí donde surge el intelectual y el hombre de acción que le dio a la tarea psicoanalítica la posibilidad de actuar como un diagnosticador de la realidad social a partir del paciente. Una aplicación para la sociedad basándose en la subjetividad individual. De allí se desprende un pensamiento que lo va a caracterizar: “tiene poder quien logra vencer los obstáculos personales que le impiden quererse a sí mismo , un poder que no resulta opresivo ni para sí ni para el otro”.
Ulloa fue seguidor de Enrique Pichon-Rivière, con quien trabajó en la vinculación entre psicoanálisis y política, y de Marie Langer, quien fuera discípula de Freud y una de las introductoras del pensamiento del psicoanálisis en la Argentina. Era docente de la UBA en 1966 cuando se produjo La Noche de los Bastones Largos. Con el golpe de 1976 se exilió en Brasil; al volver, participó de la creación de la Facultad de Psicología en la UBA.
Desde antes de partir al exilio, Ulloa tenía como pacientes a personas que habían sufrido la tortura. “La crueldad es el fracaso de la ternura” sostenía, y agregaba: “La crueldad; también como la ternura, es una producción sociocultural y antitética, ambas contemporáneas”.
Clarín
lunes, 17 de octubre de 2016
Las apariencias y el olvido - Por Eduardo Perrone
Las apariencias y el olvido - Eduardo Perrone
Fueron las primeras palabras de Loyola, al encontrarnos por casualidad, y las decía mientras señalaba con sus manos sus ropas raídas, viejas, tanto como su cuerpo y su alma , aunque estos no tendrían más de 30 años.-Cuando crucé el portón de la ´´la Grande´´ - continuo Loyola-- traía un papel en el cual decía, entre otras cosas, que estuve adentro por error y que esto no afectaba mi buen nombre y honor. En la puerta me esperaba mi única hermana, con quien había vivido , y estaba con el más chico de sus hijos en brazos.
--Mirá, Rramón-- me dijo luego de abrazarme y derramar algunas lagrimas -- Juan está muy contento porque se aclararon tus cosas. No pudo venir a verte como deseaba porque en la oficina lo ascendieron; tiene que hacer méritos , ¿sabés? Igual te manda unos pesos , para que te arreglés por ahí; hasta que consigas trabajo.
-Entonces la interrumpí- siguió contando Loyola pensativo , la mirada ´puesta en aquel día.
--Esperá, Alicia , leé este papel que me dieron, yo puedo tranquilamente volver a vivir con ustedes, como antes; son mi única familia, ¿no? Leé donde dice que Ramón Loyola sigue siendo un hombre de honor, todo se aclaró, yo no fui quien robó el coche.
¿No te lo conté en la carta que te envié la semana pasada?.
--Si, Ramón yo entiendo, es que...
--Escúchame, Alicia, te lo explico mejor. A mi un tipo me dijo: --- Necesito un mecánico con carnet para que lleve un coche a Rosario, allá deberá entregarlo a tal persona, en tal dirección y le pagarán tanto--. Quise ganarme unos pesos extras aprovechando el fin de semana. Él lío vino después El coche era robado y me agarraron a mí en él .Pero, aunque me pasó más de un año las cosas se aclararon, gracias a Dios. ¿Me entendéis Alicia? Así fue; lee este papel, léelo por favor.
--Ya lo leí, Ramón, ya lo leí. A Juan y a mí nos duele más que a vos que no vuelvas a casa, pero vos sábes; lo tuyo salió en los diarios, el barrio , los compañeros de Juan , su jefe, todo el mundo se enteró. Tu regreso nos crearía una situación incómoda.
Hasta Juancito tuvo que pelearse en la escuela dos o tres veces porque sus compañeros le hacían bromas sobre vos. Lo que vos tendrías que haces es ir a verlo a don Fermín, es un hombre bueno, y seguro que te dará trabajo nuevamente. Cuando estés ubicado, nosotros iremos a visitarte siempre que podamos. Con el tiempo, cuando la gente olvide todo esto podrás volver a vivir con nosotros.
-No , Alicia, la gente olvida todo menos los errores que cometemos , eso no lo olvidan nunca.
Esa fue la última vez que vi lo que quedaba de mi familia. Me llegué a Don Fermín, en mi mano derecha y precediéndome, llevaba el famoso papel.
Este me daba el valor y la confianza que yo ya no tenía. Era , después de todo, un papel que venía de manos del juez. La garantía de mi honrada persona.
Don Fermín cuando me vio dejó el motor que estaba arreglando , y secando sus grandes y nudosas manos con un trapo, estrechó las mías en un apretón grandote, sincero.
Muchacho , que alegría me da volverte a ver.-Gracias don Fermin, gracias, a mi también.
-¿Como andás muchacho?
-Más o menos don Fermín, hoy salí en libertad.
Tome,lea este papel, me lo dio el juez. Cuidado por favor, fíjese si no tiene las manos sucias.
--Mientras don Fermín leía- me explicaba Loyola- pensaba que todo estaba solucionado , de ahí en adelante borrón y cuenta nueva. Pero no fue así.
Don Fermín hizo todo lo posible; quien no quiso saber nada de volver a emplearme fue su socio.Recién me di cuenta que el papel que me dieron no cambiaría el pasado. La gente se oponía a ello y para lo único que podía servirme era para limpiarme el culo . En fin, desde entonces empece a cambiar de oficios y de comisarías, porque de vez en cuando me llevaban preso por vagancia. En dos años no pude ejercer mi oficio de mecánico en ningún lado. Ciudad chica, nos conocemos todos. Usted ya comprenderá cómo es esto.
Fui peón de circo, pelador de caña, boxeador ( eso me costó dos dientes y una costilla), vendedor de ajo y también abrí puertas de autos para chirolear.
Al orgullo tuve que cambiarlo por pan y así llegué hasta hoy, pero ya me siento cansado para continuar con este segundo proceso. Adiós amigo- se despidió Loyola- Que usted tenga más suerte que yo. Y se perdió caminando suavemente en medio de la gente.
Tiempo después me enteré que Loyola había conseguido la libertad de lo que él llamó su segundo proceso. Lo encontraron muerto en la puerta de un zaguán, una de las heladas del mes de julio lo sobreseyó definitivamente... Sin que esto afectase su buen nombre y honor.
Me había separado de Loyola un poco sugestionado por su relato, un poco nada más, al cabo de unas horas ya me había olvidado de él.
Empezaría de nuevo: pero ¿Por donde?, después de algunos años las cosas cambian , la gente no es la misma. Lo primero que haría, borrar todo contacto y recuerdo del mundo donde viví los últimos años.
Yo también salí absuelto de culpa y cargo como Loyola, pero con menos pesimismo que él, y tampoco esperaba que la suerte me trataría como a él.
Segundo: conseguiría un buen trabajo , y con el tiempo todo se olvida, lo dijo la hermana de Loyola, el pasado sería eso, eso y un borroso mal recuerdo.
Yo tenía mi casa, mi familia, amigos, con el apoyo de todos reiniciaría mi vida... y empecé a caminar.
A caminar y a ver rostros que yo conocí diferentes, a escuchar excusas, a encontrar el camino lleno de obstáculos, obstáculos terriblemente insalvables para mí.
El peronismo para la memoria - Julio Barbaro
Ha pasado demasiado tiempo de aquel hecho que cambió nuestra sociedad. El suficiente como para que nadie pueda ignorarlo. Para algunos fue fundacional, para otros clausuró sus sueños, pero ya es tiempo de acordar sobre el pasado para cerrarlo y enfrentar el mañana.
Aquel día es histórico, porque los que estaban afuera del proyecto de poder gritaron "presente" y forjaron su entrada. La exigieron. Para ello, engendraron un jefe y un apellido que ocupara el lugar de los que no tenían prosapia y nadie respetaba. No aceptaban ser integrados en un proyecto ajeno, se sentían capaces de gestar un mundo propio. Es mucho más que un nacimiento político, es una revolución cultural donde los humildes deciden dejar de ser conducidos y asumir ellos la responsabilidad de dirigir la sociedad. Ya no aceptaban los debates refinados de la Europa que guiaba al poder, se negaban a pertenecer a una colonia próspera, convocados ahora por el difícil camino de ser nación. No aceptaban ser educados para adaptarse a otra cultura, se sentían orgullosos de la que forjaron.
Por errores propios y rencores ajenos, van a caer con el golpe de 1955; por aciertos propios y agonía de sus enemigos, van a retornar en 1973. Y si los restos de la dictadura contenían la violencia, intentará el General superarlos e instalar la democracia definitiva. La relación con sus viejos enemigos devenidos en adversarios y amigos servirá de base para una nueva sociedad. Ya no es un universo de peronistas sino que debe ser de argentinos. Juan Domingo Perón va a morir convocando a la paz y la unidad. Se cierra ahí el ciclo histórico que integra y contiene a todos los sectores de la sociedad. Al estar todos y respetarnos, se debe instalar la democracia definitiva.
No estuvimos a la altura de aquel abrazo de 1973; vendrán los violentos con sus sueños autoritarios, y luego la izquierda y la derecha intentarán infiltrar y deformar aquel legado. Pero no tenía herederos, tanto la justicia social como la soberanía y la independencia eran ya propiedad o duro límite de todas las fuerzas políticas; iban mucho más allá de un partido.
Perón murió con la ilusión de universalizar su doctrina. Soñadores y oportunistas, militantes y burócratas lograron imponer sus designios usurpando su nombre. Jugaban con la memoria de un pueblo que aquel día recuperó su dignidad. Pero es hora de que el pasado nos vuelva más sabios y aprendamos a convivir respetando el legado de aquellos que nunca expresaron resentimiento. Aquel día el peronismo nacía para ser el precursor de la unidad nacional en la justicia, hoy algunos intentan dividir la sociedad en su nombre. No tienen derecho. Los humildes no eran ni son de izquierda o de derecha, son un pueblo necesitado de justicia, y la democracia y el respeto al que piensa distinto son el único camino para lograrlo.
El peronismo es un valor importante en el corazón y la memoria de los humildes. Los funcionarios y los burócratas deberían abstenerse de parasitar los recuerdos. O al menos asumir que aquella rebelión se hizo contra poderes similares a los que ellos hoy ocupan e imponen. Contra gente como ellos. Y definir e inventar enemigos puede ser un camino al autoritarismo, nunca lo fue hacia la justicia social. Fue un movimiento que nació para contener todas las rebeldías y no tienen derecho a recordarlo como propio los oportunistas, los cultores permanentes de la obediencia al poder. El peronismo fue el último intento de un gran acuerdo nacional en vida de Perón, luego fue el turno de la decadencia que, sin lugar a dudas, se inicia con el último golpe y se concreta en el Gobierno de Carlos Menem. Hay ideas para recuperar que van más allá de su memoria.
El peronismo merece hoy ser una bandera de justicia social y unidad nacional. Es la única manera de respetar su memoria.
infobae
infobae
sábado, 15 de octubre de 2016
¿Como no ser radical ? - Nociones Radicales
¿Como no ser radical ? - Nociones Radicales
II. Los elementos que entran en la formación de las palabras son raíz , radical, prefijos y sufijos (afijos ; flexiones y desinencias
1. Llámase raíz el elemento irreductible, simple, monosilábico de una palabra, o sea la porción literal o silábica que de ella queda después de despojarla de flexiones, prefijos y sufijos. La raíz representa la idea matriz o principal expresada por la palabra; es el núcleo o germen de donde naces sus varias formas.
miércoles, 12 de octubre de 2016
La caracola y las gafas - William Golding
La caracola y las gafas
Piggy observó atentamente la figura que se aproximaba. Había descubierto que a
veces veía mejor si se quitaba las gafas y aplicaba su única lente al otro ojo. Pero
después de lo que había sucedido, incluso al mirar con su ojo bueno, Ralph seguía siendo
inconfundiblemente Ralph. Salía del área de los cocoteros cojeando, sucio, con hojas
secas prendidas de los mechones rubios; uno de sus ojos era una rendija abierta en la
hinchada mejilla; en su rodilla derecha se había formado una gran costra. Ralph se detuvo
un momento y miró a la figura que se encontraba en la plataforma.
- ¿Piggy? ¿Estás solo?
- Están algunos de los peques,
- Esos no cuentan. ¿No está ninguno de los mayores?
- Bueno... Samyeric. Están cogiendo leña.
- ¿No hay nadie más?
- Que yo sepa, no.
Ralph se subió con cuidado a la plataforma. La hierba estaba aún agostada allí donde
solía reunirse la asamblea; la frágil caracola blanca brillaba junto al pulido asiento. Ralph
se sentó en la hierba, frente al sitio del jefe y la caracola. A su izquierda se arrodilló Piggy
y durante algún tiempo los dos permanecieron en silencio. Por fin Ralph carraspeó y
murmuró algo.
- ¿Qué has dicho? - murmuró Piggy a su vez. Ralph alzó la voz:
- Simón.
Piggy no dijo nada, pero sacudió la cabeza con seriedad. Siguieron allí sentados,
contemplando con su mermada visión el asiento del jefe y la resplandeciente laguna. La
luz verde y las brillantes manchas del sol jugueteaban sobre sus cuerpos sucios.
Al cabo de un rato Ralph se levantó y se acercó a la caracola. La cogió, en una caricia,
con ambas manos y se arrodilló reclinado contra un tronco.
- Piggy
- ¿Eh?
- ¿Qué vamos a hacer?
Piggy señaló la caracola con un movimiento de cabeza.
- Podías...
- ¿Convocar una asamblea?
Ralph lanzó una carcajada al pronunciar aquella palabra y Piggy frunció el ceño.
- Sigues siendo el Jefe. Ralph volvió a reír.
- Lo eres. De todos nosotros.
- Tengo la caracola.
- ¡Ralph! Deja de reír así. ¡Venga, Ralph, no hagas eso! ¿Qué van a pensar los otros?
Por fin se detuvo Ralph. Estaba temblando.
- Piggy
- ¿Eh?
- Era Simon.
- Eso ya lo has dicho.
- Piggy
- ¿Eh?
- Fue un asesinato.
- ¿Te quieres callar? - dijo Piggy con un chillido -. ¿Qué vas a sacar con decir esas
cosas?
De un salto se puso en pie y se acercó a Ralph.
- Estaba todo oscuro. Y luego ese... ese maldito baile. Y los relámpagos y truenos,
además, y la lluvia. ¡Estábamos asustados!
- Yo no estaba asustado - dijo Ralph despacio -. Estaba... no sé cómo estaba.
- ¡Estábamos asustados! - dijo Piggy excitado - •. Podía haber pasado cualquier cosa.
No fue... eso que tú has dicho.
Gesticulaba, en busca de una fórmula.
- ¡Por favor, Piggy!
Los gestos de Piggy cesaron ante la voz ahogada y dolorida de Ralph. Se agachó y
esperó. Ralph se balanceaba de un lado a otro meciendo la caracola.
- ¿Es que no lo entiendes, Piggy? Las cosas que hicimos...
- A lo mejor todavía está...
- No.
- A lo mejor sólo fingía...
La voz de Piggy se apagó al ver el rostro de Ralph.
- Tú estabas fuera. Estabas fuera del círculo. Nunca llegaste a entrar. ¿Pero no viste lo
que nosotros... lo que hicieron?
Había horror en su voz y a la vez una especie de febril excitación.
- ¿No lo viste, Piggy?
- No muy bien, Ralph. Ahora sólo tengo un ojo; lo debías saber ya, Ralph.
Ralph siguió balanceándose de un lado a otro.
- Fue un accidente - dijo Piggy bruscamente -; eso es lo que fue, un accidente. Su voz
volvió a elevarse.
- Saliendo así de la oscuridad..., ¿a quién se le ocurre salir arrastrándose así de la
oscuridad? Estaba chiflado. El mismo se lo buscó.
Volvió a hacer grandes gestos.
- Fue un accidente.
- Tú no viste lo que hicieron...
- Mira, Ralph, hay que olvidar eso. No nos va a servir de nada pensar en esas cosas,
¿entiendes?
- Estoy aterrado. De nosotros. Quiero irme a casa. ¡Quiero irme a mi casa!
- Fue un accidente - dijo Piggy con obstinación -, y nada más.
Tocó el hombro desnudo de Ralph y Ralph tembló ante aquel contacto humano.
- Y escucha, Ralph - Piggy lanzó una rápida mirada en torno suyo y después se le
acercó -...no les digas que estábamos también en esa danza. No se lo digas a Samyeric.
- ¡Pero estábamos allí! ¡Estábamos todos! Piggy movió la cabeza.
- Nosotros no nos quedamos hasta el final. Y como estaba todo oscuro, nadie se fijaría.
Además, tú mismo has dicho que yo estaba fuera...
- Y yo también - murmuró Ralph -. Yo también estaba fuera.
Piggy asintió con ansiedad.
- Eso. Estábamos fuera. No hemos hecho nada; no hemos visto nada.
Calló un momento y después continuó:
- Nos iremos a vivir por nuestra cuenta, nosotros cuatro...
- Nosotros cuatro. No vamos a ser bastantes para tener encendida la hoguera.
- Lo podemos intentar. ¿Ves? La encendí yo.
Llegaron del bosque Samyeric arrastrando un gran tronco. Lo tiraron junto al fuego y se
dirigieron a la poza. Ralph se puso en pie de un salto.
- ¡Eh, vosotros dos!
Los mellizos se detuvieron unos instantes y después siguieron adelante.
- Se van a bañar, Ralph.
- Será mejor acabar con ello de una vez. Los mellizos se sorprendieron al ver a Ralph.
Se sonrojaron, sin atreverse a mirarle.
- Ah, ¿eres tú, Ralph? Hola.
- Hemos estado en el bosque...
-...cogiendo leña para la hoguera...
-...anoche nos perdimos. Ralph se miró a los pies:
- Os perdisteis después de... Piggy limpió su lente.
- Después de la fiesta - dijo Sam con voz apagada. Eric asintió:
- Sí, después de la fiesta.
- Nosotros nos fuimos muy pronto - se apresuró a decir Piggy -, porque estábamos
cansados.
- Nosotros también...
-...muy pronto...
-...estábamos muy cansados.
Sam se llevó la mano a un rasguño en la frente y la retiró en seguida. Eric se tocó el
labio cortado.
- Sí, estábamos muy cansados - volvió a decir Sam -, así que nos fuimos pronto.
¿Estuvo bien la...?
El aire estaba cargado de cosas inconfesables que nadie se atrevía a admitir. Sam giró
el cuerpo y lanzó la repugnante palabra:
- ¿... danza?
El recuerdo de aquella danza, a la que ninguno de ellos había asistido sacudió a los
cuatro muchachos como una convulsión.
- Nos fuimos pronto.
Cuando Roger llegó al istmo que unía el Peñón del Castillo a la tierra firme no se
sorprendió al oír la voz de alto. Durante la espantosa noche había ya imaginado que
encontraría a algunos de la tribu protegiéndose en el lugar más seguro contra los horrores
de la isla. La firme voz sonó desde lo alto, donde se balanceaba la pirámide de riscos.
- ¡Alto! ¿Quién va?
- Roger.
- Puedes avanzar, amigo. Roger avanzó.
- Sabías muy bien que era yo.
- El jefe nos ha dicho que tenemos que dar el alto a todos.
Roger alzó los ojos.
- Ya me dirás cómo ibas a impedir que pasara.
- Sube y verás.
Roger trepó por el acantilado, con sus salientes a guisa de escalones
- Tú mira esto.
Habían empotrado un tronco bajo la roca más alta y otro bajo aquel haciendo palanca.
Robert se apoyó ligeramente en la palanca y la roca rechinó. Un esfuerzo mayor la
hubiese lanzado tronando sobre el istmo. Roger se quedó asombrado.
- Menudo Jefe tenemos, ¿verdad? Robert asintió.
- Nos va a llevar de caza.
Indicó con la barbilla en dirección a los lejanos refugios, de donde salía un hilo de humo
blanco que trepaba hacia el cielo. Roger, sentado en el borde mismo del acantilado, se
volvió para contemplar con aire sombrío la isla, mientras se hurgaba en un diente suelto.
Su mirada se posó sobre la cima de la lejana montaña y Robert se apresuró a desviar el
silenciado tema.
- Le va a dar una paliza a Wilfred.
- ¿Por qué?
Robert movió la cabeza en señal de ignorancia.
- No sé. No ha dicho nada. Se enfadó y nos obligó a atar a Wilfred. Lleva... - lanzó una
risita excitada - lleva horas ahí atado, esperando...
- ¿Y el Jefe no ha dicho por qué?
- Yo no le he oído nada.
Roger, sentado en las gigantescas rocas, bajo un sol abrasador, recibió aquellas
noticias como una revelación. Dejó de tirarse del diente y se quedó quieto, reflexionando
sobre las posibilidades de una autoridad irresponsable. Después, sin más palabras,
descendió por detrás de las rocas y se dirigió a la caverna para reunirse con el resto de la
tribu.
Allí, sentado, estaba el jefe, desnudo hasta la cintura y con la cara pintada de rojo y
blanco. Ante él, sentados en semicírculo, estaban los miembros de la tribu. Wilfred, recién
azotado y libre de ataduras, gemía ruidosamente al fondo. Roger se sentó con los demás.
- Mañana - continuó el Jefe - iremos otra vez a cazar.
Señaló con la lanza a unos cuantos salvajes.
- Algunos os tenéis que quedar aquí para arreglar bien la cueva y defender la entrada.
Yo me iré con unos cuantos cazadores para traer carne. Los centinelas tienen que cuidar
que los otros no se metan aquí a escondidas...
Uno de los salvajes levantó la mano y el Jefe volvió hacia él un rostro rígido y pintado.
- ¿Por qué iban a querer entrar a escondidas, Jefe? El Jefe habló con seriedad, pero
sin precisar:
- Porque sí. Intentarán estropear todo lo que hagamos. Así que los centinelas tienen
que andar con cuidado. Y otra cosa...
El Jefe se detuvo. La lengua asomó a sus labios como una lagartija rosada y
desapareció bruscamente.
-...y otra cosa; puede que la fiera intente entrar. Ya os acordáis cómo vino
arrastrándose...
El semicírculo de muchachos asintió con estremecimientos y murmullos.
- Vino... disfrazado. Y a lo mejor vuelve otra vez, aunque le dejemos la cabeza de
nuestra caza para su comida. Así que hay que estar atentos y tener cuidado.
Stanley levantó el brazo que tenía apoyado contra la roca y alzó un dedo inquisitivo.
- ¿Sí?
- ¿Pero es que no la..., no la...? Se turbó y miró al suelo.
- ¡No!
En el silencio que sucedió, cada uno de los salvajes intentó huir de sus propios
recuerdos.
- ¡No! ¿Cómo íbamos a poder... matarla... nosotros? Con alivio por lo que aquello
implicaba, pero asustados por los terrores que les guardaba el futuro, los salvajes
murmuraron de nuevo entre sí.
- Así que no os acerquéis a la montaña - dijo el Jefe en tono serio -, y dejadle la cabeza
de la presa siempre que cacéis algo.
Sidney volvió a levantar un dedo.
- Yo creo que la fiera se disfrazó.
- Quizá - dijo el Jefe. Se enfrentaban con una especulación teológica -. De todos
modos, lo mejor será estar a buenas con ella. Puede ser capaz de cualquier cosa.
La tribu meditó aquellas palabras y todos se agitaron como si les hubiese azotado una
ráfaga de viento. El Jefe, al darse cuenta del efecto que habían causado sus palabras, se
levantó bruscamente.
- Pero mañana iremos de caza y cuando tengamos carne habrá un banquete... Bill
levantó la mano.
- Jefe.
- ¿Sí?
- ¿Con qué vamos a encender el fuego?
La arcilla blanca y roja escondió el sonrojo del jefe. Ante su vacilante silencio, la tribu
dejó escapar un nuevo murmullo. El Jefe alzó la mano.
- Les quitaremos fuego a los otros. Escuchad. Mañana iremos de caza y traeremos
carne. Pero esta noche yo iré con dos cazadores... ¿Quién viene conmigo?
Maurice y Roger levantaron los brazos.
- Maurice...
- ¿Sí, Jefe?
- ¿Dónde tenían la hoguera?
- Donde antes, junto a la roca. El Jefe asintió con la cabeza.
- Los demás os podéis ir a dormir en cuanto se ponga el sol. Pero nosotros tres,
Maurice, Roger y yo, tenemos trabajo que hacer. Saldremos justo antes de que
anochezca...
Maurice alzó un brazo.
- Pero ¿y si nos encontramos con...?
El Jefe rechazó la objeción con un giro de su brazo.
- Iremos por la arena. Y si viene, empezaremos otra vez... con nuestra...
- ¿Los tres solos?
Se oyó el zumbido de un murmullo que pronto se desvaneció.
Piggy entregó las gafas a Ralph y esperó hasta recobrar la vista. La leña estaba
húmeda; era el tercer intento de encender la hoguera. Ralph se apartó y dijo para sí:
- A ver si no tenemos que pasar otra noche sin hoguera.
Miró con cara de culpa a los tres muchachos junto a él. Era la primera vez que admitía
la doble función de la hoguera. Lo primero, indudablemente, era enviar al espacio una
columna de humo mensajero; pero también servía de hogar en momentos como aquellos
y de alivio hasta que el sueño les acogiese. Eric sopló tenazmente hasta lograr que la
leña brillase y de ella se desprendiese una pequeña llama. Una onda blanca y amarilla
humeó hacia lo alto. Piggy recuperó sus gafas y contempló con agrado el humo.
- ¡Si pudiésemos construir un aparato de radio!
- O un avión...
-... o un barco...
Ralph sondeó en sus ya borrosos recuerdos del mundo.
- A lo mejor caemos prisioneros de los rojos. Eric se echó la melena hacia atrás.
- Serían mejores que...
Pero no quería dar nombres y Sam terminó la frase señalando con la cabeza en
dirección a la playa.
Ralph recordó la torpe figura pendiente del paracaídas.
- Dijo algo acerca de un muerto... - afligido por aquella confesión de complicidad en la
danza, se sonrojó. Con expresivos movimientos de su cuerpo se dirigió al humo:
- No te pares... ¡sigue hacia arriba!
- Ese humo se acaba.
- Necesitamos más leña, aunque esté mojada.
- Mi asma...
La respuesta fue automática:
- ¡Al diablo con tu asma!
- Es que me da un ataque si arrastro leños. Ojalá no me pasase, Ralph, pero qué
quieres que le haga yo.
Los tres muchachos se adentraron en el bosque y regresaron con brazadas de leña
podrida. De nuevo se alzó el humo, espeso y amarillo.
- Vamos a buscar algo de comer.
Fueron juntos a los frutales: llevaban sus lanzas; hablaron poco, comieron
apresuradamente. Cuando regresaron del bosque el sol estaba a punto ya de ponerse y
en la hoguera sólo brillaban rescoldos, sin humo alguno.
- No puedo traer más leña - dijo Eric -. Estoy rendido.
Ralph tosió:
- Allá arriba logramos mantener la hoguera.
- Pero era muy pequeña. Esta tiene que ser grande. Ralph arrojó un leño al fuego y
observó el humo que se alejaba hacia el crepúsculo.
- Tenemos que mantenerla encendida. Eric se tiró al suelo.
- Estoy demasiado cansado. Y además, ¿de qué nos va a servir?
- ¡Eric! - gritó Ralph con voz escandalizada -. ¡No hables así!
Sam se arrodilló al lado de Eric.
- Bueno, ya me dirás para qué sirve.
Ralph, indignado, trató de recordarlo él mismo. La hoguera tenía su importancia, era
tremendamente importante...
- Ya te lo ha dicho Ralph mil veces - dijo Piggy contrariado -. ¿Cómo nos van a rescatar
si no?
- ¡Pues claro! Si no hacemos fuego...
Se agachó al lado de ellos, en la creciente oscuridad.
- ¿Es que no lo entendéis? ¿Para qué sirve pensar en radios y barcos?
Extendió el brazo y apretó el puño.
- Sólo podemos hacer una cosa para salir de este lío.
Cualquiera puede jugar a la caza, cualquiera puede traernos carne...
Pasó la vista de un rostro a otro. Pero en el momento de mayor ardor y convicción la
cortinilla volvió a cubrir su mente y olvidó lo que había intentado expresar. Se arrodilló,
con los puños cerrados y dirigió una mirada solemne primero a un muchacho, después al
otro. Por fin, se levantó la cortinilla:
- Eso es. Tenemos que tener humo; y más humo...
- ¡Pero si no podemos! ¡Tú mira eso! La hoguera moría ante ellos.
- Dos se ocuparán de la hoguera - dijo Ralph, más para sí que para los otros -...eso
supone doce horas al día.
- No podemos traer más leña, Ralph...
-... de noche, no...
-... en la oscuridad, no...
- Podemos encenderla todas las mañanas - dijo Piggy -. Nadie va a ver humo en la
oscuridad. Sam asintió enérgicamente.
- Era distinto cuando el fuego estaba...
-... allá arriba.
Ralph se levantó con una curiosa sensación de falta de defensa ante la creciente
oscuridad.
- De acuerdo, dejaremos que se apague la hoguera esta noche.
Se encaminó, con los demás detrás, hacia el primer refugio, que aún se mantenía en
pie, aunque bastante dañado. Dentro se hallaban los lechos de hojas, secas y ruidosas al
tacto. En el refugio vecino, uno de los pequeños hablaba en sueños. Los cuatro mayores
se deslizaron dentro del refugio y se acurrucaron bajo las hojas. Los mellizos se
acomodaron uno junto al otro y Ralph y Piggy se tumbaron en el otro extremo. Durante
algún tiempo se oyó el continuo crujir y susurrar de hojas mientras los muchachos
buscaban la postura más cómoda.
- Piggy
- ¿Qué?
- ¿Estás bien?
- Supongo.
Por fin reinó el silencio en el refugio, salvo algún ocasional susurro. Frente a ellos
colgaba un cuadro de oscuridad realzado con brillantes lentejuelas; del arrecife llegaba el
bronco sonido de las olas. Ralph se entregó a su juego nocturno de suposiciones:
«Si nos llevasen a casa en jet, aterrizaríamos en el enorme aeropuerto de Wiltshire
antes de amanecer. Iríamos en auto, no, para que todo sea perfecto, iríamos en tren,
hasta Devon y alquilaríamos aquella casa otra vez. Allí, al fondo del jardín, vendrían los
potros salvajes a asomarse por la valla...»
Ralph se movía inquieto entre las hojas. Dartmoor era un lugar solitario, con potros
salvajes. Pero el atractivo de lo salvaje se había disipado.
Su imaginación giró hacia otro pensamiento, el de una ciudad civilizada, donde lo
salvaje no podría existir. ¿Qué lugar ofrecía tanta seguridad como la central de autobuses
con sus luces y ruedas?
Sin saber cómo, se encontró bailando alrededor de un farol. Un autobús se deslizaba
abandonando la estación, un autobús extraño...
- ¡Ralph! ¡Ralph!
- ¿Qué pasa?
- No hagas ese ruido...
- Lo siento.
De la oscuridad del otro extremo del refugio llegó un lamento de terror, y en su pánico
hicieron crujir las hojas. Samyeric, enlazados en un abrazo, luchaban uno contra el otro.
- ¡Sam! ¡Sam!
- ¡Eh... Eric!
Renació el silencio.
Piggy dijo en voz baja a Ralph:
- Tenemos que salir de esto.
- ¿Qué quieres decir?
- Que tienen que rescatarnos.
Por primera vez aquel día, y a pesar del acecho de la oscuridad, Ralph pudo reír.
- En serio - murmuró Piggy -. Si no volvemos pronto a casa nos vamos a volver
chiflados.
- Como chivas.
- Chalados.
- Tarumbas.
Ralph se apartó de los ojos los rizos húmedos.
- ¿Por qué no escribes una carta a tu tía? Piggy lo pensó seriamente.
- No sé dónde estará ahora. Y no tengo sobre ni sello. Y no hay ningún buzón. Ni
cartero.
El resultado de su broma excitó a Ralph. Le dominó la risa; su cuerpo se estremecía y
saltaba.
Piggy amonestó en tono solemne:
- No es para tanto...
Ralph siguió riendo, aunque ya!„• dolía el pecho. Su risa le agotó; quedó rendido y con
la respiración entrecortada, en espera de un nuevo espasmo. Durante uno de aquellos
intervalos, el sueño le sorprendió.
-... ¡Ralph! Ya estás haciendo ese ruido otra vez. Por favor, Ralph, cállate... porque...
Ralph se removió entre las hojas. Tenía razones para agradecer la interrupción de su
pesadilla, pues el autobús se aproximaba más y más y se le veía ya muy cerca.
- ¿Por qué has dicho «porque»...?
- Calla... y escucha.
Ralph se echó con cuidado, provocando un largo susurro de las hojas. Eric gimoteó
algo y se quedó quieto. La oscuridad era espesa como un manto, salvo por el inútil cuadro
que contenía las estrellas.
- No oigo nada.
- Algo se mueve ahí afuera.
Ralph sintió un cosquilleo en su cabeza; el ruido de su sangre ahogaba todo otro
sonido; después se apaciguó.
- Sigo sin oír nada.
- Tú escucha. Escucha un rato.
A poco más de un metro, a espaldas del refugio, se oyó el claro e indudable chasquido
de un palo al quebrarse. La sangre volvió a palpitar en los oídos de Ralph; confusas
imágenes se perseguían una a otra en su mente. Y algo que participaba de todas aquellas
imágenes les acechaba desde el exterior. Sintió la cabeza de Piggy contra su hombro y el
crispado apretón de su mano.
- ¡Ralph! ¡Ralph!
- Calla y escucha.
Con desesperación, rezó Ralph para que la fiera escogiese a alguno de los pequeños.
Se oyó afuera una voz aterradora que murmuraba:
- Piggy... Piggy.
- ¡Ya está aquí! - dijo Piggy sin aliento - ¡Era verdad!
Se asió a Ralph e intentó recobrar el aliento.
- Piggy, sal afuera. Te busco a ti, Piggy. Ralph apretó la boca junto al oído de Piggy:
- No digas nada.
- Piggy..., ¿dónde estás, Piggy?
Algo rozó contra la pared del refugio. Piggy se mantuvo inmóvil durante unos instantes,
después vino el ataque de asma. Dobló la espalda y pataleó las hojas. Ralph rodó para
apartarse.
En la entrada del refugio se oyó un gruñido salvaje y siguió la invasión de una masa
viva y móvil. Alguien cayó sobre el rincón de Ralph y Piggy, que se convirtió en un caos
de gruñidos, golpes y patadas. Ralph pegó y al hacerlo se vio entrelazado con lo que
parecía una docena de cuerpos que rodaban por el suelo con él, cambiando golpes,
mordiscos y arañazos. Sacudido y lleno de rasguños, encontró unos dedos junto a su
boca y mordió con todas sus fuerzas. Un puño retrocedió y volvió como un pistón sobre
Ralph, que sintió explotar el refugio en un estallido de luz. Ralph se desvió hacia un lado y
cayó sobre un cuerpo que se retorció bajo él; sintió junto a sus mejillas un aliento ardiente.
Golpeó aquella boca como si su puño fuese un martillo; sus golpes eran más coléricos,
más histéricos a medida que aquel rostro se volvía más resbaladizo. Cayó hacia un lado
cuando una rodilla se clavó entre sus piernas; el dolor le sobrecogió y le obligó a
abandonar la pelea, que continuó en torno suyo. En aquel momento el refugio se
derrumbó con aprensiva resolución y las anónimas figuras se apresuraron a buscar una
salida. Oscuros personajes fueron levantándose entre las ruinas y huyeron; por fin,
pudieron oírse de nuevo los gritos de los pequeños y los ahogos de
Piggy. Con voz trémula ordenó Ralph:
- Vosotros, los peques, volved a acostaros. Ha sido una pelea con los otros. Ahora iros
a dormir. Samyeric se acercaron a ver a Ralph.
- ¿Estáis los dos bien?
- Supongo...
-... a mí me dieron una buena paliza.
- Y a mí. ¿Qué tal está Piggy?
Sacaron a Piggy de las ruinas y le apoyaron contra un árbol. La noche había refrescado
y se hallaba libre de nuevos terrores. La respiración de Piggy era algo más pausada.
- ¿Te hicieron daño, Piggy?
- No mucho.
- Eran Jack y sus cazadores - dijo Ralph con amargura -. ¿Por qué no nos dejarán en
paz?
- Les dimos un buen escarmiento - dijo Sam. La sinceridad le obligó a añadir:
- Por lo menos tú sí que se lo diste. Yo me hice un lío con mi propia sombra en un
rincón.
- A uno de ellos le hice ver las estrellas - dijo Ralph -. Le hice pedazos. No tendrá
ganas de volver a pelear con nosotros en mucho tiempo.
- Yo también - dijo Eric -. Cuando me desperté, uno me estaba dando patadas en la
cara. Creo que estoy sangrando por toda la cara, Ralph. Pero al final salí ganando yo.
- ¿Qué le hiciste?
- Levanté la rodilla - dijo Eric con sencillo orgullo - y le di en las pelotas. ¡Si le oís gritar!
Ese tampoco va a volver en un buen rato. Así que no lo hicimos mal del todo.
Ralph hizo un brusco movimiento en la oscuridad; pero oyó a Eric hacer ruido con la
boca.
- ¿Qué te pasa?
- Es sólo un diente que se me ha soltado. Piggy dobló las piernas.
- ¿Estás bien, Piggy?
- Creí que venían por la caracola.
Ralph bajó corriendo por la pálida playa y saltó a la plataforma. La caracola seguía
brillando junto al asiento del jefe. Se quedó observándola unos instantes y después volvió
al lado de Piggy.
- Sigue ahí.
- Ya lo sé. No vinieron por la caracola. Vinieron por otra cosa. Ralph... ¿qué voy a
hacer?
Lejos ya, siguiendo la línea arqueada de la playa, corrían tres figuras en dirección al
Peñón del Castillo. Se mantenían junto al agua, tan alejados del bosque como podían. De
vez en cuando cantaban a media voz; y otras veces se paraban a dar volteretas junto a la
móvil línea fosforescente del agua. Iba delante el jefe, que corría con pasos ligeros y
firmes, exultante por su triunfo. Ahora sí era verdaderamente un jefe, y con su lanza
apuñaló el aire una y otra vez. En su mano izquierda bailaban las gafas rotas de Piggy
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