Principios y Filosofía comercial para la pequeña y mediana empresa
En el mundo todo está en movimiento... Cambia la vida, crecen las
fuerzas productivas, se desmoronan las viejas relaciones sociales... (C. Marx)
¿ANARQUISMO O SOCIALISMO? (Por Iosif Stalin)
El eje de la vida social moderna es la lucha de clases. Y en el curso de esta lucha
cada clase se rige por su ideología. La burguesía tiene su propia ideología: el llamado
liberalismo. El proletariado también tiene su propia ideología: es, como se sabe, el
socialismo.
No se puede considerar el liberalismo como un todo único e indiviso: se
subdivide en diferentes tendencias, correspondientes a las diferentes capas de la
burguesía.
Tampoco el socialismo es único e indiviso: en él se dan asimismo diferentes
tendencias.
No vamos a ocuparnos aquí del análisis del liberalismo: mejor es dejarlo para
otro momento. Queremos dar a conocer al lector sólo el socialismo y sus corrientes. En
nuestra opinión, esto tendrá más interés.
El socialismo se divide en tres corrientes principales: el reformismo, el
anarquismo y el marxismo.
El reformismo (Bernstein y otros), que considera el socialismo como un objetivo
lejano y nada más; el reformismo, que de hecho niega la revolución socialista y trata de instaurar el socialismo por vía pacífica; el reformismo, que no preconiza la lucha de clases, sino su colaboración; este reformismo se descompone de día en día, pierde de día en día todos los rasgos del socialismo, y, en nuestra opinión, no hay ninguna necesidad de analizarlo aquí, en estos artículos, al definir el socialismo.
Otra cosa completamente distinta ocurre con el marxismo y el anarquismo: ambos son reconocidos en la actualidad como corrientes socialistas, ambos sostienen una lucha encarnizada entre sí, ambos tratan de presentarse a los ojos del proletariado como doctrinas auténticamente socialistas, y, claro está, el examen y la contraposición de los mismos será para el lector mucho más interesante.
No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se vuelven con desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica» barata es tan indigna como inútil.
No somos tampoco de los que se consuelan diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y por eso no son muy peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy «masas» mayores o menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si la «doctrina» de los anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo debe ser demostrada.
Algunos consideran que el marxismo y el anarquismo tienen los mismo principios, que entre ambos existen sólo discrepancias tácticas, de modo que, según esa opinión, es completamente imposible contraponer estas dos corrientes. Pero eso es un gran error.
Nosotros consideramos que los anarquistas son verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es necesario analizar la «doctrina» de los anarquistas desde el comienzo hasta el fin y sopesarla concienzudamente en todos sus aspectos.
El hecho es que el marxismo y el anarquismo se basan en principios completamente distintos, a pesar de que ambos salen a la palestra bajo la bandera socialista. La piedra angular del anarquismo es el individuo, cuya emancipación es, a juicio de los anarquistas, la condición principal de la emancipación de la masa, de la colectividad. A juicio del anarquismo, la emancipación de la masa es imposible hasta que se emancipe el individuo, debido a lo cual su consigna es: «Todo para el individuo».
En cambio, la piedra angular del marxismo es la masa, cuya emancipación es, a juicio de él, la condición principal de la emancipación del individuo. Es decir, a juicio del marxismo, la emancipación del individuo es imposible hasta que se emancipe la masa, debido a lo cual su consigna es: «Todo para la masa». Es claro que aquí tenemos dos principios que se excluyen mutuamente, y no sólo discrepancias tácticas.
«No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el
contrario, su ser social es lo que determina su conciencia». (C. Marx)
Nosotros sabemos, por ejemplo, que en un tiempo la tierra era una masa ígnea incandescente; después se fue enfriando poco a poco, más tarde aparecieron los vegetales y los animales, al desarrollo del mundo animal sucedió la aparición de una determinada variedad de monos, y luego, a todo ello, siguió la aparición del hombre. Así se ha operado, en líneas generales, el desarrollo de la naturaleza. Sabemos asimismo que la vida social tampoco ha estado fija en un punto. Hubo un tiempo en que los hombres vivían en el comunismo primitivo; entonces obtenían su sustento de la caza primitiva, erraban por los bosques y conseguían así sus alimentos.
Llegó una época en que el comunismo primitivo fue sustituido por el matriarcado: entonces la sociedad satisfacía sus necesidades principalmente por medio de la agricultura primitiva. Después el matriarcado fue sustituido por el patriarcado, cuando los hombres obtenían su sustento, principalmente de la ganadería.
Más tarde el patriarcado fue sustituido por el régimen esclavista: entonces los hombres lograban su sustento de una agricultura relativamente más desarrollada. Al régimen esclavista siguió el feudalismo, y a todo ello sucedió el régimen burgués. Así se ha operado, en líneas generales, el desarrollo de la vida social.
La historia muestra que si en distintas épocas los hombres han tenido diferentes ideas y deseos, la causa está en que en las distintas épocas han luchado de modo distinto con la naturaleza para la satisfacción de sus necesidades, y sus relaciones económicas se han ido estableciendo, en consonancia con esto, de distinta manera. Hubo un tiempo en que los hombres luchaban contra la naturaleza en común, sobre la base de los principios comunistas primitivos; su propiedad era entonces también comunista, y por ello casi no distinguían entre lo «mío» y lo «tuyo», por ello su conciencia era comunista. Llegó un tiempo en que en la producción penetró la distinción de lo «mío» y lo «tuyo»: entonces la propiedad tomó asimismo un carácter privado, individual, y por ello la conciencia de los hombres se penetró del sentimiento de la propiedad privada. Llega una época, la época presente, en que la producción reviste de nuevo un carácter social; por lo tanto, pronto la propiedad revestirá asimismo un carácter social, y, precisamente por ello, la
conciencia de los hombres se penetra poco a poco de socialismo.
*(Mi pequeña Pymes, algunos principios fundamentales por los que no puedo salir adelante con mi Pymes )*
Un ejemplo sencillo. Figuraos un zapatero que tuvo n pequeño taller, pero no resistió la competencia de los grandes patronos, cerró el taller y se puso a trabajar como asalariado, supongamos, en la fábrica de calzado de Adeljánov, en Tiflís. Entró en la fábrica de Adeljánov, pero no con el propósito de convertirse para siempre en un obrero asalariado, sino con el fin de juntar dinero, reunir un capitalillo y después abrir de nuevo su taller. Como veis, la situación de este zapatero es ya proletaria, pero su conciencia no es todavía proletaria, es profundamente pequeñoburguesa. Dicho en otros términos, la situación pequeñoburguesa de este zapatero ha desaparecido ya, no existe, pero su conciencia pequeñoburguesa todavía no ha desaparecido, ha quedado a la zaga de su situación real.
Pero volvamos a nuestro zapatero. Como ya sabemos, se propone juntar dinero y después abrir su taller. El zapatero proletarizado trabaja y ve que reunir dinero es una cosa muy difícil, ya que el salario apenas si le llega para sustentarse.
Observa, además, que la apertura de un taller particular no es ya tan sugestiva: el pago del alquiler de un local, los caprichos de los clientes, la falta de dinero, la competencia de los grandes patronos y demás preocupaciones por el estilo son otros tantos quebraderos de cabeza que agobian al dueño de un pequeño taller.
En cambio, el proletario está relativamente más libre de tales preocupaciones, no le inquieta el cliente ni el alquiler del local; llega por la mañana a la fábrica, sale por la noche «muy tranquilo» y, con la misma tranquilidad, el sábado se embolsa la «paga».
Esto es precisamente lo que por primera vez les corta las alas a los sueños pequeñoburgueses de nuestro zapatero, esto hace también que por primera vez aparezcan en su espíritu aspiraciones proletarias. Pasa el tiempo, y nuestro zapatero ve que el dinero no le alcanza para lo más indispensable, que le es sumamente necesario un aumento de salario. Al propio tiempo observa que sus camaradas hablan de sindicatos y de huelgas. Esto mismo hace que nuestro zapatero cobre conciencia de que para mejorar su situación es necesario luchar contra los patronos, y no abrir un taller propio. Ingresa en el sindicato, se incorpora al movimiento huelguístico y pronto se adhiere a las ideas socialistas...