lunes, 22 de junio de 2015
Cocinemos un Inodoro * Por Roberto Fontanarrosa
Roberto el Negro Fontanarrosa (Rosario, 26 de noviembre de 1944 - ibídem, 19 de julio de 2007), fue un humorista gráfico y escritor argentino.
De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. No me interesa demasiado la definición que se haga de mí. No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro».
Fontanarrosa
Cocinemos un Inodoro * Por Roberto Fontanarrosa
Cuántas veces se habrá despertado usted, amigo lector, en medio de la noche, preguntándose atormentado:"¿Cómo se realiza una historieta?". Pues bien, ahora tiene usted, acá, la oportunidad, única quizás, de adentrarse en los misterios de este "metier" de la mano de un profesional de la materia. Si usted gusta acompañarme podrá asomarse tras las bambalinas del mundo creativo y husmear en la cocina misma del autor, percibiendo una vivencia incomparable. Eso sí, entiendo que nada enseña tanto como la vivencia propia y me atreva a proponerle, entonces, que simulemos armar una historieta juntos.
Muy bien. Tranquilo ahora. Lo primero es el tema. Saber sobre qué tema girará la historieta. En ocasiones hay algún asunto dando vueltas, como la Guerra del Golfo, los disturbios de Los Angeles, el cólera, la corrupción, etcétera, con posibilidades de ser adaptados a nuestro personaje: Inodoro Pereyra. ¿Los disturbios de Los Angeles? Es bueno, pero... ¿no le parece que es más compatible, acaso, con una bestia como Boogie El Aceitoso, sin ir más lejos? Es comprensible. Usted no tiene la obligación de saber que yo cuento con otro personaje al que debo alimentar, pero su aporte fue valioso, de todos modos.
Dejemos para Inodoro ítems más apropiados como el caso de los frigoríficos clandestinos o el aumento en el precio de la yerba mate. ¿Aventurarnos con Monzer Al Kassar, dice usted? ¿O hablar sobre una controvertida jueza de apellido compuesto? ¡Cómo se nota que no es usted el que firma, mi estimado! Y después de todo, ¿para qué hacerlo? Si ella, según su costumbre, no habrá de leerlo. Pero supongamos, supongamos que no hay ningún tema dando vueltas para el Inodoro. Habrá que recurrir, entonces, a la carpeta con anotaciones. Tendrá usted acceso, restringido quizá, pero acceso al fin, a ese tesoro.
Hay un tumulto de páginas donde yo voy anotando ideas sueltas, frases, situaciones o tontos juegos de palabras. Veamos: "Sea un domador en veinte lesiones". "Chancho-alcancia". "Sigue vigente, ¿dónde vio gente?". "Lo encontré hecho unas pascuas / ¿contento? / no, gordo y negro como un güevo de chocolate"
Abrimos casilleros, entonces, con las dos o tres situaciones que, calculamos, pueden soportar el trámite de una historieta: "Escuela de doma" y "Chancho alcancía”.¿Prefiere "Escuela de doma"? Inteligente elección. Pero abordemos la otra, que a simple vista suena como más jugosa. Bueno lo suyo, pero aún carente de olfato profesional. En cada uno de los antedichos casilleros iremos anotando todo lo que se nos ocurra y sumando las frases sueltas o pequeños chistes de la carpeta que tengan relación. “Ahura que las monedas vuelven a tener valor, de nuevo se ha cotizáu la rastra, don Inodoro", es una apreciación del Mendieta que bien puede insertarse en el contexto de la Escuela de Chicago como el de "chancho alcancía". Vea usted que, así, alguna de los dos columnas va creciendo en procura de alcanzar los ansiados 12/13 cuadritos que configurarán la tira.
Pero, confesémoslo, aún campea entre nosotros una preocupación primaria que nos desvela, encontrar un chiste de remate. Si no sabemos hacia dónde vamos, nos perdemos. Veamos: el hallazgo de un buen tema nos ha significado resolver un 30 por ciento del problema. Pues bien, el descubrimiento de un digno remate nos resolverá el otro 30%. Incluso, a veces, debo confesarle, doy casualmente con un chiste o con una situación que configura, en sí, un buen remate para una historia. Entonces, desandando desde allí armo la trama desde el comienzo. Pero, no se me distraiga, seamos optimistas y supongamos que encontramos un final aceptable. Ya tendremos una estructura para la tira y quedarán una, o dos más, a medio hacer, para ser completadas el día de mañana, si a usted no lo ocupa algún otro compromiso. El que guarda siempre tiene. Al igual que el esforzado pueblo israelí de un desierto habremos obtenido un vergel. Pero, pensándolo mejor, y con un golpe de timón propio de un escritor efectista, volvamos a los comienzos de la nota cuando presumimos de contar con un tema ya dado por las circunstancias. No partamos de la nada justamente con usted, que no acredita experiencia en la materia y, además, no parece ser muy lúcido que digamos. La libido viene en nuestra ayuda, amigo mío. El moreno juez Clarence Thomas ha inaugurado el envidiable acoso sexual. Un objetivo clavo nos ahorra un montón de tiempo y puede ejemplificar mejor el tramite del armado de la tira. Diga usted ¿a quién le cuadra mejor dicho acoso? ¿Será para Inodoro? ¿Será para Mendieta? ¿Habrá que recurrir a los siempre desaforados loros? ¿Se ajustarán a ese rol los poco refinados pampas del cacique Lloriqueo? ¿Deberán aparecer las alpargatas bacteriológicas? ¿Será tema pava el doctor Citado Nosocomio? Expídase. Elige los loros. Muy bien. Pero... ¿no le parece que un tema de acoso sexual, con miles de loros allí presentes, sería un tanto promiscuo? ¿No le suena como un tema necesitado de cierta intimidad? Nada de loros, entonces.
La cosa puede venir como anillo al dedo para Nabucodonosor II, el chancho campeón. Recurriremos, de todos modos, a la salvadora carpeta para rescatar algo atinente al apasionante mundo del porcino y llegar, triunfales, al remate. ¿Cuál es el remate7 ¿Se le ocurve alguno? Córtela con los loros, viejo. Nabucodonosor II rechaza el acoso sexual de las chanchas. Aduce haber sido vendido a EE.UU. como reproductor. Fantasea futuras relaciones con las cerdas más bellas del mundo, las cover-pigs. Pero Pereyra lo vuelve a la realidad: su destino es una granja de inseminación artificial. Ya sé, no es un final de gran nivel literario pero ¿qué pretende por el precio de un diario? Confíe, a este final lo defendemos con otros chistes más chiquitos.
Años atrás, cuando yo era joven, bello e inexperto, me conformaba con meter un chiste cada dos o tres cuadros. Nunca compartí la tesitura de algunas páginas humorísticas de jugar todo el efecto de la historia al chiste del último recuadro. Con este sistema, el remate debía ser formidable para justificar la página. A usted le gustaban, bueno. no me extraña, usted está todavía bastante verde para entender de estas cosas
Aprendí, entonces, de los colegas contadores de cuentos: Landriscina. el Sapo Cativa, el Gordo Oviedo, que pueden narrar un chiste muy largo con final discreto, pero este final viene ayudado, aderezado, respaldado, por un montón de pequeños chistes intermedios, dichos, detalles, consideraciones, que van calentando la risa y le evitan al remate cargar con la responsabilidad del fracaso o del éxito del relato. Entonces, hoy por hoy, procure meter, al menos, un chistecito, una ocurrencia por cuadrito, siempre que no desvíe la atención.
Cuando está todo ya más o menos cocinado, escribo -perdón. Escribimos un diálogo en una hoja oficio. Calculamos, a ojo, que con eso nos alcanza y a veces, para mejor, nos sobra. Lo óptimo es cuando sobra: queda a salve el orgullo creativo. En ocasiones, de arranque, usted comprueba que se va a quedar corto. Entonces mete, en los dos o tres primeros cuadritos, una situación encapsulada, pequeña, sin posibilidades de mayor desarrollo, que abre la tira. Situación que no tendrá demasiada relación con el resta del asunto y luego se ligará con el tema central de forma natural o arbitraria. No, no tiene por qué ser con loros, no se ponga reiterativo con ese asunto. Ej.: Inodoro observa un mate que pierde líquido por varias perforaciones. "Otra vez la poliya me agarró el mate” dice. Mendieta le recomienda comprar otro. Inodoro replica "¡Como para invertir en muebles estamos!" ya entran en el tema del ahorro y el chancho-alcancía, del cual hablamos antes. ¿No lo recuerda? Olvídelo. Estos temas encapsulados son útiles, pero no es de lo más pulcro como procedimiento. Prefiero que la tira arranque y termine con el mismo tema. Sucede, a veces, que el ojo del amo erra el cálculo, como le pasó a usted por su impericia, y en medio de la tira uno se encuentra con que el material no alcanza. Alerta rojo. Error humano.
Tenemos el comienzo y el final pero faltan, digamos, dos cuadritos en el medio. Hay que correr a la carpeta para rellenar ese hueco con algún pasacalle que no aparezca como muy traído de los pelos. Agradezco su consejo: uno puede macanear con las medidas, agrandando un cuadrito, estirando otro: ¡el lector se da cuenta, mi querido! El lector advierte que usted se tira a chanta. ¡Y estamos defendiendo una media página a color del diario Clarín, mi viejo! ¡Cómo se nota que usted después se va y se despreocupa del problema! No, acá hay que trabajar hasta que aparezca alguna réplica para insertar en el diálogo, o una pequeña gracia que anteceda al final.
Impensadamente, pese a su ayuda, ya tenemos el 30% del tema central, el 30% del remate y el 30% de los chistes intermedios. Nos resta el 10% del dibujo. Ojo la tinta. Acá mejor se me sienta allá y mira desde lejos. Trataré de que el dibujo refleje el relato lo mejor posible, que sea expresivo, que narre. Ya sé que el texto no le causa gracia. No me mueva la mesa. No soy un plástico audaz, ni un virtuoso, ni un explorador de nuevas técnicas y nuevas texturas. No. No son así los loros. Cubro con papel manteca una fotocopia del original y coloreo infantilmente, con fibras. Guarda el codo. No me ayude más, mi viejo. Zapatero a sus zapatos. Usted remítase a lo suyo y espere el próximo miércoles para leerlo. El buey solo bien se lame. Después de todo. en diciembre de este ano se van a cumplir 2O anos de la primera aparición de Inodoro, en la revista Hortensia, de Córdoba, y, pese a la edad, todavía puedo seguir diciéndole a este gaucho todo lo que tiene que hacer y decir, puntualmente, cada quince días No, salga, largue el lápiz. No necesito ayuda. Recuerde aquello de "En Rosario, uno se siente más creativo´. Y no lo dije yo. Lo dijo Belgrano, hace muchos años. Descuide, su firma no aparecerá en el trabajo.
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