Llegó a Colombia a finales de 1939 después de vivir en París como estudiante de Arte, y después ser expulsado de la NSDAP (1937) y de la SS (1936), y pronto hizo parte del grupo de europeos y colombianos/as protagonistas en la institucionalización de la investigación etnológica y arqueológica en Colombia, en el Insituto Etnologico Nacional creado por Rivet, y junto con Paul Rivet y Justus W. Schottelius, y Jose Recasens, quienes migraron para escapar del nazismo y la segunda guerra mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial Reichel ya esta en Colombia y se vuelve ciudadano colombiano
"Hoy debo destacar que, desde comienzos de la década de los cuarenta, para mí fue un verdadero privilegio convivir y tratar de comprender en profundidad algunos grupos indígenas. Pude constatar entre ellos ciertas estructuras mentales y sistemas de valores, que parecían salirse por completo de las tipologías y categorías de la Antropología de entonces. No encontré al "buen salvaje" ni tampoco al así llamado "primitivo". No encontré aquel indio degenerado y embrutecido ni mucho menos aquel ser inferior por entonces descrito generalmente por gobernantes, misioneros, historiadores, políticos y literatos. Lo que si encontré fue un mundo de una filosofía tan coherente, de una moral tan elevada, una organización social y política de gran complejidad, un manejo acertado del medio ambiente con base en conocimientos bien fundados. En efecto, vi que las culturas indígenas ofrecían opciones insospechadas; que ofrecían estrategias de desarrollo cultural que simplemente no podemos ignorar, porque contienen soluciones válidas y aplicables a una variedad de problemas humanos. Todo aquello hizo crecer más y más mi admiración por la dignidad, la inteligencia y sabiduría de estos aborígenes, quienes no por último han desarrollado sorprendentes dinámicas y formas de resistencia, gracias a las cuales la llamada "civilización" no ha podido exterminarlos.
Yo he tratado de contribuir a la recuperación de la dignidad del indio, esta dignidad que desde la llegada de los españoles se le ha negado; en efecto, durante quinientos años ha habido una abierta tendencia a difamar y a tratar de ignorar la experiencia milenaria de la población de todo un continente. Pero la humanidad es una sola; la inteligencia humana es un don tan precioso que no se le puede despreciar en ninguna parte del mundo y el país está en mora de reconocer la gran capacidad intelectual de los indígenas y sus grandes logros gracias a sus sistemas cognoscitivos, los cuales no pierden validez por el mero hecho de no ajustarse a la lógica del pensamiento occidental.
Espero que mis conceptualizaciones y trabajos hayan tenido cierta influencia más allá del círculo antropológico. Tal vez soy demasiado optimista, pero me parece que los antropólogos de viejas y nuevas generaciones, según su época y el cambiante papel de la Ciencias Sociales, hemos contribuido a ir develando nuevas dimensiones del Hombre Colombiano y de la nacionalidad. También confío que nuestra labor antropológica constituye un aporte a las propias comunidades indígenas, en su persistente esfuerzo de lograr el respeto, en el más amplio sentido de la palabra, que les corresponde dentro de la sociedad colombiana. Yo creo que el país debe realzar la herencia indígena y garantizar plenamente la supervivencia de los actuales grupos étnicos. Creo que el país debe estar orgulloso de ser mestizo. No pienso que se pueda avanzar hacia el futuro sin afirmarse en el conocimiento de la propia historia milenaria, ni pasando por alto qué sucedió con el indio y con el negro no solo en la Conquista y la Colonia, sino también en la República y hasta el presente.
Son estas, en fin, algunas de las ideas que me han guiado a través de casi medio siglo. Ellas han dado sentido a mi vida". Gerardo Reichel
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