Individualismo - Oscar Wilde
(Dublín, Irlanda,3 entonces perteneciente al Reino Unido,1 16 de octubre de1854-París, Francia, 30 de noviembre de 1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo irlandés.
Adviértase también que el individualismo no se acerca al hombre con ningún fastidioso sermón sobre el deber, que no significa otra cosa que el hacer lo que los otros quieren simplemente porque tal es su voluntad; en ningún otro sermón igualmente enojoso sobre el sacrificio y la renuncia de si mismo, que no es otra cosa que una supervivencia de la mutilación de salvajes. A decir verdad, no se acerca del individuo con exigencia alguna, si no espontáneamente y como una cosa tan natural como inevitable. El individualismo es el punto hacia el cual tiende toda la evolución. Es la diferenciación a la que aspira todo organismo. Es la perfección a la que aspira todo organismo. Es la perfección inherente a toda firma de vida, y hacia la cual propende toda forma de vida. Así, el individualismo no ejerce ninguna presión sobre el hombre. Por el contrario, enseña al hombre que no debe tolerar la mínima presión. No se empeña en hacer buena a la gente. Pues sabe de sobra que los hombres abandonados a si mismos son siempre buenos. El hombre será el que conceda forma al individualismo. Y , realmente, ya puso manos a la obra. Inquirir si el individualismo es practico, es como inquirir si la evolución es practica. La evolución es la luz de la vida, y no hay más evolución que la que se dirige al individualismo. Donde no se manifiesta esta tendencia es que el proceso de desenvolvimiento ha sufrido una paralización artificial o está a punto de enfermar y morir.
El individualismo será también altruista y sin ninguna afectación. Se dijo que una de las consecuencias de la extraordinaria tiranía de la autoridad, es que las palabras quedan completamente descarriadas de su primitivo y genuino significado y aplicadas a la expresión, precisamente, de lo contrario. Y lo que es cierto en relación con el arte, lo es también en relación con la vida. Actualmente, recalifica a un individuo por la sencilla razón de vestirse a su guisa. Como si, al hacerlo así no procediese con toda naturalidad. La afectación, a este respecto, consistirá precisamente en vestirse de acuerdo con las ideas de prójimo, ideas que, por ser de la mayoría, serian con seguridad absurdas. Igualmente llamase egoísta al individuo que vive del modo que se le antoja más adecuado para la realización de su propia personalidad, pensando que el fin primordial de la existencia es el desenvolvimiento de su Yo. Pero este es, precisamente, el modo en que todo el mundo debería vivir. El egoísmo no consiste vivir, como uno supone que debe vivir, si no en exigir a los demás que vivan como uno. Y el altruismo está en permitir a los demás que vivan como se les antoje, sin inmiscuirse para nada en sus vidas. El egoísmo propende siempre a crear a su alrededor una absoluta uniformidad de tipo. El altruismo reconoce, en cambio, la infinita variedad de tipos como algo excelente, la acepta, la aprueba y goza de ella. No es egoísta al pensar por si mismo. El hombre que no lo hace así, puede tenerse por seguro que no piensa en absoluto. Es de un grosero egoísmo pretender que el prójimo pienso como uno y tenga las mismas ideas. ¿Porqué iba hacerlo así? Si es capaz de pensar, indudablemente pensará por cuenta propia. Si no es capaz, seria atroz exigirle el mínimo pensamiento. Una rosa roja no es egoísta porquerer ser una rosa roja.
Como sería terriblemente egoísta, empeñándose en que todas las otras flores del jardín fueran, a la vez rosas y rojas. Bajo el individualismo, los hombres serán completamente naturales y tontamente altruistas y conocerán el real significado de las palabras, y lo llevaran a cabo en sus vidas libres y hermosas.
Por otra parte, tampoco serán los hombres tan egotistas como hoy. Pues el egotista es que el que pretende imponerse a los demás, y al individualista no se le ocurría siquiera semejante deseo. No le causaría la menor satisfacción. Pues cuando el hombre haya llegado al individualismo, habrá llegado también al amor del prójimo, y practicara libre y espontáneamente este amor. Hasta ahora, el hombre apenas si cultivado e amor al prójimo. Ni la simpatía. Simpatiza únicamente con el dolor; pero esta forma de simpatía no es, sin duda, la forma más acendrada de la simpatía por el sufrimiento es la forma menos hermosa.
Impregnada de egotismo, hallase casi al borde de lo morboso. Existe en ella un cierto elemento de temor por la propia seguridad. Tememos poder llegar a ser como el leproso o como el ciego, y que nadie cuidase entonces de nuestra miseria. Además de esto, dicha forma de simpatía es singularmente restrictiva.
Y habría que simpatizar con la plenitud de la vida y no con sus restricciones y dolencias únicamente, sino con la alegría, y la belleza, y la fuerza, y la salud, y la libertad de la vida. Indudablemente que la mas amplia simpatía es también la mas difícil. Exige un mayor altruismo. Todo el mundo puede simpatizar con los sufrimientos de un amigo más, para simpatizar con los éxitos de ese amigo, hace falta, en verdad, una naturaleza de excepción, la naturaleza—en suma—de verdadero individualista.
El individualismo será también altruista y sin ninguna afectación. Se dijo que una de las consecuencias de la extraordinaria tiranía de la autoridad, es que las palabras quedan completamente descarriadas de su primitivo y genuino significado y aplicadas a la expresión, precisamente, de lo contrario. Y lo que es cierto en relación con el arte, lo es también en relación con la vida. Actualmente, recalifica a un individuo por la sencilla razón de vestirse a su guisa. Como si, al hacerlo así no procediese con toda naturalidad. La afectación, a este respecto, consistirá precisamente en vestirse de acuerdo con las ideas de prójimo, ideas que, por ser de la mayoría, serian con seguridad absurdas. Igualmente llamase egoísta al individuo que vive del modo que se le antoja más adecuado para la realización de su propia personalidad, pensando que el fin primordial de la existencia es el desenvolvimiento de su Yo. Pero este es, precisamente, el modo en que todo el mundo debería vivir. El egoísmo no consiste vivir, como uno supone que debe vivir, si no en exigir a los demás que vivan como uno. Y el altruismo está en permitir a los demás que vivan como se les antoje, sin inmiscuirse para nada en sus vidas. El egoísmo propende siempre a crear a su alrededor una absoluta uniformidad de tipo. El altruismo reconoce, en cambio, la infinita variedad de tipos como algo excelente, la acepta, la aprueba y goza de ella. No es egoísta al pensar por si mismo. El hombre que no lo hace así, puede tenerse por seguro que no piensa en absoluto. Es de un grosero egoísmo pretender que el prójimo pienso como uno y tenga las mismas ideas. ¿Porqué iba hacerlo así? Si es capaz de pensar, indudablemente pensará por cuenta propia. Si no es capaz, seria atroz exigirle el mínimo pensamiento. Una rosa roja no es egoísta porquerer ser una rosa roja.
Como sería terriblemente egoísta, empeñándose en que todas las otras flores del jardín fueran, a la vez rosas y rojas. Bajo el individualismo, los hombres serán completamente naturales y tontamente altruistas y conocerán el real significado de las palabras, y lo llevaran a cabo en sus vidas libres y hermosas.
Por otra parte, tampoco serán los hombres tan egotistas como hoy. Pues el egotista es que el que pretende imponerse a los demás, y al individualista no se le ocurría siquiera semejante deseo. No le causaría la menor satisfacción. Pues cuando el hombre haya llegado al individualismo, habrá llegado también al amor del prójimo, y practicara libre y espontáneamente este amor. Hasta ahora, el hombre apenas si cultivado e amor al prójimo. Ni la simpatía. Simpatiza únicamente con el dolor; pero esta forma de simpatía no es, sin duda, la forma más acendrada de la simpatía por el sufrimiento es la forma menos hermosa.
Impregnada de egotismo, hallase casi al borde de lo morboso. Existe en ella un cierto elemento de temor por la propia seguridad. Tememos poder llegar a ser como el leproso o como el ciego, y que nadie cuidase entonces de nuestra miseria. Además de esto, dicha forma de simpatía es singularmente restrictiva.
Y habría que simpatizar con la plenitud de la vida y no con sus restricciones y dolencias únicamente, sino con la alegría, y la belleza, y la fuerza, y la salud, y la libertad de la vida. Indudablemente que la mas amplia simpatía es también la mas difícil. Exige un mayor altruismo. Todo el mundo puede simpatizar con los sufrimientos de un amigo más, para simpatizar con los éxitos de ese amigo, hace falta, en verdad, una naturaleza de excepción, la naturaleza—en suma—de verdadero individualista.
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