Franco Vaccarini (n. 4 de octubre de 1963 Lincoln, Buenos Aires) es un escritor argentino.
A fines de 1983 se radicó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires donde reside hasta el presente. Ha publicado más de setenta títulos en colecciones infantiles y juveniles. En el año 2006 obtuvo el premio El Barco de Vapor con su novela "La noche del meteorito".
Desde 2013, dirige la colección Galerna Infantil, de la editorial Galerna.
Un Héroe toma riesgos
Lía seguía sin atender mis llamados , y Damiana los atendía pero solo para hablar, no para vernos. Yo estaba nervioso y culpable porque me interesaba Lía pero cada vez pensaba más en Damiana, por mi hermana que se jugaba la plata que viera a mano, por mamá que estaba cayendo en esa enigmática última aventura que es la vejez, por papá y su contabilidad creativa, y por otras cosas que no me sabría explicar. Un sonido de aleteos, pájaros negros dando vueltas en torno a mí. Orbitando como lunas. Pájaros lunas, y mi alma bombardeada por cosas de un más allá inaprensible, mi alma, si tal cosa existiera , hecha un colador.
Fui a la redacción del diario y noté una actividad desmesurada, signo de que había alguna noticia fuerte.Dino Colofano, el jefe de policiales, estaba aceleradisimo porque un ladrón tenía secuestrada a una pareja en un local de ropa de la avenida Cabildo. Dino apenas si podía moverse porque sufría de artritis avanzada, pero seguía siendo la pluma más sutil de Policiales. Para su desgracia, había tropezado con la raíz de un palo borracho y se había esguinzado. Todo lo que él quería era ir hacia la noticia, pero no podía moverse de la redacción.
En las redes sociales, en la tele y en los diarios digitales, el público ardía como si de pronto estuviéramos en Ciudad Gótica sin ningún hombre murciélago para defendernos. Yo generalmente estaba al margen de toda esa excitación, porque me la pasaba viendo películas y yendo a presentaciones de libros, obras de teatro y recitales,; era la envidia de más de uno, aunque siempre andaba solo y me perdía estas ceremonias colectivas de ir ´´ detrás de las noticias´´. Sin embargo ese día el director del diario , el licenciado Quiñones, al que todos le decíamos, lo dije, ´´el señor monseñor´´ porque tenía una voz grave pausada, como si estuviera dandi misa, me pidió que fuera a cubrir la noticia del robo con secuestro.
--- Ya sabés cómo anda el viajo Colofano con si artritis y ahora esguinzado. No está para operaciones de campo.
Colofano no escuchó , por suerte, porque además se estaba quedando sordo, pero me miró desde la silla y me hizo una seña. Al acercarme, me dijo:
--Mirá , nene, te doy un consejo. No te dejes llevar por las emociones. Vas a sentir la tensión, los nervios, pero mantené la mente fría. No te identifiques con la angustia, tenés que ser un observador imparcial para transmitir la noticia.
Me gustaba escuchar a Colofano, pero no había más tiempo. Salí corriendo y a los diez minutos ya estaba en Cabildo casi esquina La Pampa. En la vereda había varios patrulleros, aunque, contrariamente a lo esperado, el ambiente era de calma. La famosa calma chicha. Se había hecho un vallado de seguridad. Hablé con la gente y supe que el ladrón era un hombre de unos treinta años , que había pedido que le trajeran pizza y gaseosas, que por momentos estaba tranquilo y de pronto enloquecía reclamando que lo dejaran ir. La mujer secuestrada tenía un embarazo avanzado, el ladrón no quería entrar en razones y soltarla. Una sargento mujer se ofreció a ser retenida a cambio, peo no hubo acuerdo.
A pesar del consejo de Colofano , a mí me hervía la sangre de indignación. Sentí el impulso de solucionarlo todo ya. Los negociadores policiales son personas entrenadas para ser pacientes y persuasivas. Yo solo sentí el llamado del instinto, una certeza interna de lo que debía hacer. Vi que dos policías que custodiaban la valla se distraían con un hombre que a los ritos quería entrar al local. Al parecer, era el padre de la chica embarazada, fuera de sí, con lágrimas en los ojos. Quería hablar con el secuestrador, quedarse, también , en lugar de su hija. Traspasé la valla y me zambullí en el local ante la mirada y los gritos del negociador. Simplemente entré al local. El ladrón, arrebatado por mi presencia, me ordenó detenerme. Le dije que no lo haría. Que no tenía armas, y que solo había recibido la orden de hacer el intercambio , tal como él había acordado con el negociador.
--Yo no acordé nada. Atrás, atrás o te mato..
El tipo ya no apuntaba a la mujer sino a mí, pero seguí avanzando. Estaba completamente seguro de lo que tenía que hacer : avanzar. Detrás de mí escuchaba los gritos de los policías perplejos, insultos entre ellos y luego silencio.
Seguramente esperaban el devenir de los acontecimientos,yo no. Yo era el acontecimiento. El disparo rozó la manga de mi camisa, pero ya estaba tan cerca que pude entablar un lucha cuerpo a cuerpo con el ladrón. El marido de la mujer me ayudó , y en dos segundo había diez policías dentro, el ladrón reducido y los secuestrados y yo, sano y salvos.
--¿ Quién es usted?-- me gritó un oficial,seguramente a cargo del operativo.
---Soy periodista, oficial. Del diario La Noticia Redonda.
-¿ Por qué invadió la zona de resguardo?¿ Se da cuenta de que puso en peligro la vida de los rehenes y la suya?
--Lo sé oficial.Sentí que el efecto sorpresa iba a dejar al tan...
---¡Usted está loco!
La mujer me agradeció con lágrimas en los ojos , el marido también. Ella me dijo que no hubiera aguantado ni un minuto más la tensión. De todas maneras, desde un punto de vista práctico, lo mío había sido de una temeridad absoluta. Podía haber terminado en un desastre que cargaría en mi conciencia siempre.
Salió bien.
Salí en las noticias, aunque no di ninguna entrevista: me escapé. El periodista héroe, el loco, el temerario, arrojado, el valiente . Tres cuartas partes de los televidentes se manifestaron a favor de mi ´´arrojo´´, muy poco recomendable: niños, no hagan esto en sus casas.
Curaron mi herida superficial, le dicté la nota a Colofano.
--Parece que no me hiciste mucho caso en eso de no dejarte llevar por las emociones.
--En realidad no estaba emocionado-- dije.
Lo real es que no sentía que había hecho lo que correspondía en el momento oportuno. Al día siguiente, el diario desapareció de los mostradores en un par de horas y hubo que hacer una nueva impresión. El señor monseñor Quiñones me felicitó y me dijo:
---Mateo querido, no me haga más lo que hizo. Nunca más una de Policiales para usted. Siga con el cine y con el teatro, la sección cultural es lo suyo. Esto no era ficción, acá el podían haber volado la cabeza.
Después dio un respingo y agregó:
-- No sabía si bajarle o subirle el sueldo.
--¿Y?
-Un veinte.
¿Para arriba o para abajo?
Quiñones sonrió y me guiñó un ojo, mientras levantaba el pulgar.
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