miércoles, 21 de diciembre de 2016

La Muerte de Ivan Ilich - Leon N Tolstoi





--Para una vez que me ocurrió en casa de Piotr Ivanovich...- protestaba él contrariado. 
Lo que Praskovia Fiódorovna pensaba de la enfermedad de su marido era lo mismo que decía a otras personas y también él: Iván Ilich era el culpable y toda la enfermedad no significaba más que un nuevo disgusto que le causaba a ella . Ivan Ilich sentía que no lo hacía a propósito, aunque no por ello sintiese el menor alivio. 
En la Audiencia Iván Ilich notaba, o le parecía notar, una extraña actitud hacia él , unas veces se le antojaba que le miraban como a un hombre que pronto dejaría vacante su puesto ; otras, que de repente sus amigos se ponían a tomarle cariñosamente el pelo por sus miedos , como si la cosa más horrible, espantosa , inaudita , agazapada dentro de él , que le consumía sin cesar , arrastrándole incontenible mente no sabía no sabía hacia donde , fuese el tema más alegre de bromas. Quien más le irritaba era Schwartz , que, con su alegría, su vivacidad y su aire comme il faut, le recordaba a Iván Ilich lo que había sido él diez años atrás. 
Llegaban los amigos a jugar la partida. Tomaban asiento. Ya estaban repartidas las cartas nuevecitas. 
Los corazones están en fila, hay siete. Su compañero dice que no lleva y se queda con dos corazones. ¿Qué más se podía esperar para estar contentos y felices? 
Pero, de pronto, notaba Iván Ilich aquel dolo sordo, aquel sabor de boca, y le parecía absurdo poderse alegrar de sus buenas cartas en esas condiciones. 
Se fijaba en Mijaíl Mijáilovich, su compañero, en cómo golpeaba la mesa con su mano rolliza y , respetuoso y condescendiente , en vez de arramblar con las bazas, las empujaba hacia Iván Illich para cederle el placer de recogerlas sin esforzarse , sin estirar demasiado el brazo ,; ¿ Se habrá creído que estoy tan débil que no puedo alargar la mano?, pensaba Ivan Illich , pensaba Ivan Illich y , olvidando qué palo era el triunfo , cortaba a su compañero , y perdía tres manos. Lo peor de todo era ver cómo sufría Mijaíl Mijáillovich mientras que a él le daba todo lo mismo. Y era espantoso pensar por qué le daba todo igual. 
Los demás notaban que lo que estaba pasando mal y le decían : Si estás fatigado, podemos dejarlo. 
Descanse un poco. ¿Descansar? No; él no estaba fatigado en absoluto. Terminarían la partida. Todos estaban taciturnos y callados. Iván Ilich se daba cuenta de que él había motivado aquel estado de animo, pero no podía disiparlo . Cenaban, se iban y él se quedaba solo, con la conciencia de que su vida estaba envenenada, de que envenenada la vida de los que le rodeaban y de que esto , en lugar de debilitarse, penetraba casa vez ,más en todo su ser. 
Y con esta conciencia, además del dolor físico y una sensación de espanto , tenía que acostarse, y a menudo el dolor casi no le dejaba dormir en toda la noche.Pero la mañana siguiente debía levantarse , vestirse, ir a la Audiencia, hablar , escribir... Y, si no hacía todo esto , debía quedarse en casa las veinticuatro horas del día , cada una de las cuales para él era un tormento. Y una existencia así, solo, al borde del precipicio, sin que nadie le comprendiera y se condoliera de él.

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