viernes, 28 de agosto de 2015

Antón el del pueblo - Miguel de Unamuno

Miguel de Unamuno, nacimiento 29 de septiembre de 1864,España Bilbao, España,Escritor, filósofo Universidad de Madrid ,Fallecimiento 31 de diciembre de 193

Antón el del pueblo 

A raíz de la muerte de nuestro inolvidable Trueba, proyecté haber escrito algo acerca de él ; pero me contuve de hacerlo, por no creer aquélla la ocasión más a propósito para hablar con franca sinceridad de Antón el de los Cantares.  Hoy, que han pasado seis años desde entonces, desentierro de mi archivo de papeles viejos una carta que me escribió Trueba en octubre del 86 y el borrador de una semblanza literaria que de él hice en vida suya, para que formara parte de una serie acerca de escritores vascongados , serie de que sólo llegué a publicar el prólogo. El motivo de exhumarlos me da La Vasconia, al dedicar piadoso recuerdo a nuestro dulce poeta y ofrecerme a la vez, conyuntura de conversar un rato con mis paisanos de ultramar.
Guardo la carta con exquisito cuidado, por revelarse en ella el espíritu de Anton y por haber sido el arranque de las relaciones que con el tuve. Había yo remitido a El Noticiero Bilbaino un cuento de tesis sobrado de quitensenciada, tal vez ; lo leyó Trueba, chocáronle aquellas psicologiquerías y me escribió diciendo que no era el cuento , a su juicio, publicable, ni de la índole de la hoja literaria de El Noticiero, donde había de escribirse para todo  el mundo.
Aquí está el hombre. Es lo que siempre se propuso Trueba : escritor para todo el mundo. Aspiraba a arrancar lagrimas dulces o franca risa a los sencillos y humildes, a los limpios de corazón, apiñados en torna del hogar para leerle. Los que presumen de fuertes, no suelen querer dejarse vencer de su encanto tierno. Preguntando en cierta ocasión a una señorita bilbaina si le gustaba Trueba, me contestó:
-! Chocholadas!

Es muy de creer que ella misma, en horas de recogimiento , a solas, se enjuagara furtivas lágrimas que le saliera del alma al sentir el tibio y modesto encanto de aquellas chocholadas.
Contábame un padre , que se puso, una noche de invierno, a leer a su hijo un cuento de Trueba, y que, conforme se animaban los ojillos del muchacho y se hacía sus respiración mas profunda , a medida que le interesaba el relato, iba sintiendo él, el padre, que le resurgían del lecho del alma cantos de la niñez y que le oreaba el corazón un vientecillo fresco. Así es como, por ministerio de su hijo, acabó por conquistarle Trueba.
La lectura de Antón el de los cantares es un suave sedativo en horas de cansancio de la batalla de la vida. En momentos de sequedad del alma, es un árbol campestre de dulce sombra.

Cuando el sol del estío los campos tuesta ,  ! Qué dulce es bajo un árbol Echar la siesta!

Como decía él. Os penetra hasta el tuétano aquella poesía tranquila y casera. Porque esto es , sobre todo, Trueba; casero. Su filosofía es la de todo el mundo : la del promedio de los padres de familia sencillos y laboriosos que huyen de meterse en honduras por no perder su tranquilidad serena.
Surgió Trueba a luz en la sequía literaria que siguió a los ardores del romanticismo, cuando aún retintinaban los últimos dejos de las melopeias gemebundas de los Pastor Díaz, y supo entonces aquella poesía de cantares trasparentes y sencillos, como en un día de verano ardoroso , sorbos de agua clara y fresca de nube providencial. El público sediento se echó a darse atracones de aquel arroyo corriente y cristalino que fluía con suave murmullo sobre la tierra, resquebrajada de sed.Pero, cuando hubo satisfecho ésta y vinieron nuevas lluvias, prefiriendo muchos, a aquella agua cristalina, vino generoso y enardecedor, la menospreciaron. De aquí la reacción exagerada a las primeras exageraciones del entusiasmo que despertó Trueba.
Antón, hay que confesarlo, no se dió cuenta clara, ni de las razones íntimas de  su primer triunfo , ni de la relativa indiferencia que le siguió. Sintió, si , lo que de injusto tenía esto, y más de una vez dejaba traslucir en sus escritos quejas suaves de una resignación agridulce.Pero siendo optimista , como las almas caseras lo son, sabía que nadie le habría de quitar en los hogares su puesto junto al brasero ,  que nadie le privaría de su influjo sobre todo el mundo , para quien escribía.
La poesía vigorosa y alta, de fuertes raíces; la que nace de las luchas gigantescas de la idea ; la que brota en el combate del progreso o arranca de la mente que quiere escalar el cielo ; la de los titanes; está, ni le gustaba ni la comprendía. Preguntaban una vez a un amigo mío si , de veras , había algo Goethe; otro, me aseguró que Heine no le decía nada.
Y ¿ por qué no decirlo? la postergación a que se creía relegado parecíale mas injusta que la suerte de Cervantes ; así lo dijo en cierta ocasión.
Eguílaz, su íntimo y cordial amigo , a quien recogió el último suspiro y cuya muerte narró con la profundísima grandeza que brota de la inmensa sencillez del sentimiento vivo ; Eguílaz, el hoy olvidado Eguílaz, le parecía un poeta más soberano que muchos de aquellos cuyos nombres lleva la fama a través de siglos por los pueblos todos.
Todo lo dicho revela la sencilla sinceridad de aquel espíritu que, con verdadera independencia, no se dejaba llevar de juicios hechos, ni rendía homenaje a aquellos genios a cuya completa comprensión no llegaba su alma. Trueba discurría con el corazón.
Sintió por el pueblo, con el pueblo y para el pueblo; para este pueblo tan olvidado de los poetas que se echan a volar por las alturas. Sintió hacia adentro, no hacia arriba; amó más el calor tibio y oscuro, que la luz brillante y fría. Nunca le penetró la monotonía de las horas , ni la estupidez del sol ; 
fué de aquellos para quienes es nuevo cada sol y trae cada alba una frescura nueva.
Los críticos y literatos de oficio pondrán otros nombres sobre el suyo ; pero el pueblo , ignorante de ellos , repite los cantares de Trueba, y el eco de su voz arranca lágrimas a los sencillos , y a los fuertes también , en horas de abatimiento. Hay muchos a quienes cansa una sinfonía de Beethoven, y se deleitan oyendo en el campo al aire libre, el canto del ruiseñor. Hay muchos, muchísimos , los olvidados, el todo el mundo del pueblo.
        Muchos otros se esconden para leer a Trueba; es la vergonzosa vergüenza que sentimos de dejarnos ablandar por la ternura en esta edad de lucha, en que hay que parecer fuerte , aun no siéndolo.Antes de salir a la calle , enjuguémonos los ojos; no se sepa que hemos llorado a solas.
Sintió por el pueblo, con el pueblo y para el pueblo; y hay quienes se avergüenzan de lo  que tienen del pueblo y lo esconden.
Al apartarse la literatura más y más cada vez del verdadero pueblo ; al perderse en pedantescos tecnicismos, en quintaescenciados artificios y en intelectualismos de alquimia ; al irse convirtiendo en aristocrático sport de un mandarinato ,  ! que dulce refugio el de Antón el de los Cantares! Una excursión por sus obras es un día de campo. ! Qué aroma el que esparce al aire  libre el sencillo agavanzo, la rosa silvestre , al salir de un camarin repleto del perfume pesado de rosas dobles de espléndida vestidura! Esplendida,  sí, pero lograda a costa de la atrofia de la fecundidad. Y en poesía lo fecundo es el sentimiento.
En horas de desaliento esos cantares tranquilos y caseros nos vuelven a nuestra infancia a que recobremos, a su espiritual contacto, algo de la cándida inocencia de la visión serena y optimista del mundo. Es poesía simple, simple como el pueblo, como el sentimiento desnudo, como la humildad. ! Bienaventurados los simples de espíritu!
Poesía simple y , por tal, rebelde a todo análisis. El análisis no hace más que descomponer lo compuesto ; y lo simple ; y lo simple, siendo indescomponible, es inanalizable.
El vascongado que trabaje en esa América, lejos de las montañas nativas, que dejó al salir de sus años juveniles , ! cómo sentirá que se le anuda la garganta y se agolpan del corazón a los ojos dulces lágrimas de vida al recibir en alas de los cantares de Antón el de pueblo las brisas que orearon su cuna, los cantos que la mecieron y el eco del beso de ruido que, al despedirle , le dió su madre con el alma! Esas lagrimas quería Trueba , y ellas son el más piadoso recuerdo a su memoria.

en La Vasconia, revista ilustrada de Buenos Aires, el 10 de marzo de 1895  

viernes, 21 de agosto de 2015

El Bobo de Buenos Aires Por Macedonio Fernandez


                                                                                                   Martinez Howard Julio Alfredo



El neceser de la ociosidad 

Me gusta lo difícil; nada ,más difícil que el ocio; me gusta el ocio.Pero estoy despectivamente sospechado de trabajar, o al menos de ejecutar un ocio perezosamente ensayado. Hay que serlo y parecerlo: sólo se cree en el del rico, porque se ve su abrumador ultilaje, el peso de su complicado y enrevesado palacio, donde el obtener un vaso de agua requiere el zapateo atropellado de cuatro escaleras, dos ascensores, tres campanillas triples, una airada reprimenda del mayordomo a tres mucamos y de la señora del mayordomo. 
El desocupado se quejó de exceso de horario, pero antes lo había hecho el rico pensando en el obligado Mar del Plata, el viaje a Europa, los conferencistas, el tedio del largo abono al colón, el hospedaje al príncipe, la confección de gauchos para la exhibición de la estancia, las mentidas interminables ´´ cuentas´´ del administrador. 
Para que mi ocio sea creído, no viéndoseme en las fatigas del rico-- pues al pobre nadie se toma el trabajo de creerle su ocio-- daré pronto un gran volumen que tiene ya nacido el Título ( el mejor título , el esperado, es decir el de prometer libro) y algo del cuerpo; tengo ya clientela hecha para mis promesas de obras, no sólo porque las cumplo con volver a prometerlas sino porque no las cumplo de otro modo y mi descansada clientela sólo en mí halló este descanso , y no se me va. Se estudiará en él: ´´ El ultilaje del desocupado´´. ´´ El neceser del escruchante´´ , ´´Dónde está y dónde no está el Ocio´´, ´´ Dónde no ver trabajar´´, ´´ El maniquí para homicidios´´, ´´ La corbata del ahorcado´´ 
Con estos datos ya se ve que puédese anunciar con confianza mis estudios ; no fallará su inclumpimiento. 

El Bobo de Buenos Aires 

Buenos Aires ha tiempo que un Bobo, por lo menos , debiera tener. Aun si se encontrara otro, aunque no pareciera segundo bobo, Buenos Aires debiera atraérselo, aferrarlo a cualquier costo, procurar que él se interesara por ella. 
Yo lo seré: lo he sido para mí, lo seré para mi Buenos Aires. Sé que el único riesgo que corro, el único fastidio, es esa menuda arrestación callejera que usan todas las policías de las grandes ciudades con el que mira mujeres: esa odiosa mano de pesquisa en nuestro hombro, el arresto estúpido y sorpresivo, obsequioso de toda incomodidad y humillaciones. Es cierto , por mirar a Buenos Aires, por contemplar su gracias civil, invitarla a otras, cuidarle las que posee, pensar de ella de tiempo en tiempo en lo mejor que esté pensando y preparando , los gramáticos, esos prósperos de la nada, accidentadores de Beldad, que corren adonde alguien ya parece que va a acertar belleza y dispersan la meditación, la creación, para salvar una b o una v, una sonoridad escasa, una repetición de palabras, un casticismo dudoso, los Gramáticos-- a quienes los pueblos dieron idioma y una sintaxis hecha que está más cerca de la buena que la gramatical de la perfecta- me harán padecer los arrestos y el temor de que éstos acierten con el máximun de importunidad, cuando esté yo por pensar o por decir lo mejor, cuando la fórmula o pensamiento que estábamos adelantando con noble fatiga, etc., etc,. es decir que no será por predicar el amor libre , la supresión de la herencia , el ateísmo u otros prejuicios que sufriré ese arresto ni por ser genuino artista, sino por una b o una v. 

El Bobo de Buenos Aires coleccionará las ´´ Oficiosidades del Candor´´ que descubra, por ejemplo: ´´ Señor, vea que se moja el paraguas´´; o esta sencillez de virtud: ´´ Estoy esperando que alguna vez no todos los componentes del Jurado Municipal y del Nacional de premios a la producción literaria sean amigos míos, para presentarme al concurso´´
O esta nuevo Oficiosidad : ´´ Señor vengo sabedor de la manifestación de usted de no sospechar cómo se le ocurrió la feliz idea musical realizada en el exitoso tango ´´ Siempre más´´, a expresarle que yo lo sé, de manera que tendré el placer de alegrarlo poniendo término a su duda, porque comprendo que un autor original no está cómodo mientras no consigue saber de dónde le vino o qué le estimuló, una concepción artística. Su tango , señor, está muy aproximadamente dado en la música norteamericana del film parlante ´´Abajo el telón¨¨ 
En fin, al Bobo de Buenos Aires se le ocurrirán estas ocurrencias sobre el golf. Uno que recién se estrena como espectador del golf chico: ´´ ---Maravilloso trabajo, larga labor.Lástima que al final , un trabajo perdido , absurdamente resulte que lo puesto en el pequeño hoyo no sea lo que podía fecundarlo : una semilla de esperanza y animación en un surco exangue´´.Otro : ´´ ¿ Qué se hace para aliviar el trabajo matador de esos hombres que en los campos de golf, con un martillo torcido pegan a una pelota pequeña , inerte y lijosa para llevarla a un lejano agujero chico , sino hacerles comprender que con hacer una canaleta en declive y una pelota alisada ésta iría sola al pocito desde el punto de partida?´´


domingo, 16 de agosto de 2015

El banquero Anarquista Por Fernando Pessoa



**Recorte** 

—A esta altura —dijo el— apareció una cosa nueva. A esta altura" es un modo de decir. Quiero decir que, después de algunos meses de esta propaganda, comencé a reparar en una nueva complicación, y esta era la más seria de todas, esta es la que iba a valer... 
"Ud. se acuerda, ¿no es verdad?, de aquello que yo, por un raciocinio riguroso, establecí que debía ser el proceso de acción de los anarquistas... Un proceso, o procesos, mediante cualquiera de los cuales se contribuyese a destruir las ficciones sociales sin perjudicar, al mismo tiempo, la creación de la libertad futura; sin perjudicar, por consiguiente, en lo mas mínimo, la poca libertad de los actuales oprimidos por las ficciones sociales; un proceso que, en lo posible, crease ya algo de libertad futura... 
"Pues Bien: una vez establecido este criterio, nunca mas deje de tenerlo presente... Pero, a la altura de nuestra propaganda, de la que le estoy hablando, descubrí algo. En el grupo de la propaganda, no éramos muchos; éramos unos cuarenta, salvo error, se daba esta coyuntura: se creaba tiranía. 
—¿Se creaba tiranía? 
—De la siguiente manera... Unos mandaban a otros y nos llevaban para donde querían; unos se imponían a otros y nos obligaban a ser lo que ellos querían; unos arrastraban a otros por mañas y por artes hacia donde ellos querían.. No digo que hicieran esto en cosas graves; incluso, no había cosas graves allí como para que lo hicieran. Pero el hecho es que esto ocurría siempre y todos los días, y se daba no solo en asuntos relacionados con la propaganda, sino también fuera de ellos, en asuntos vulgares de la vida. Unos iban insensiblemente para jefes, otros insensiblemente para subordinados. Unos eran jefes por imposición, otros eran jefes por maña. En el hecho más simple se vela esto. Por ejemplo: dos de los muchachos salían juntos a una calle, Llegaban al final de la calle y uno tenía que ir hacia la derecha y otro hacia la izquierda; a cada uno le resultaba conveniente ir para su lado. Pero el que iba hacia la izquierda le decía al otro, "venga ud. conmigo por aquí"; el otro respondía, y era verdad, "Hombre, no puedo; tengo que ir por allí" por esta o aquella razón... Pero al fin, contra su voluntad y su conveniencia, allá iba con el otro hacia la izquierda... Eso era una vez por persuasión, otra vez por simple insistencia, una tercera vez por cualquier otro motivo... Esto es, nunca era por una razón lógica; había siempre en esta imposición y en esta subordinación algo de espontáneo, algo como instintivo... Y como en este caso simple, en todos los otros casos; desde los menos hasta los mas importantes... ve bien la cuestión? 
—La veo. Pero que diablos hay de extraño en eso? Eso es de lo mas natural que hay! 
—Será. Ya llegamos a eso. Lo que le pido que note es que es exactamente lo contrario de la doctrina anarquista. Fíjese bien que esto ocurría en un grupo pequeño, en un grupo sin influencia ni importancia, en un grupo al cual no se le había confiado la solución de ninguna cuestión grave o la decisión sobre cualquier asunto de importancia. Y fíjese que 
ocurría en un grupo de gente que se había unido especialmente para hacer lo que pudiese por el ideal anarquista, esto es, para combatir, tanto como fuera posible, las ficciones sociales, y crear, tanto como fuera posible, la libertad futura. Se fijo bien en estos dos puntos? 
—Me fije. 
— es ahora bien lo que eso representa... Un grupo pequeño de gente sincera (y le garantizo que era sincera!), establecido y unido expresamente para trabajar por la causa de la libertad, había, al cabo de unos meses, conseguido solo una cosa positiva y concreta: la creación entre si de tiranía. Y fíjese que tiranía... No era una tiranía derivada de la acción de las ficciones sociales que, aunque lamentable, seria hasta cierto punto, aunque menos en nosotros, que combatíamos esas ficciones, que en otras personas: pero en fin, vivíamos en medio de una sociedad basada en esas ficciones y no habría sido enteramente culpa nuestra si no hubiéramos podido escapar del todo a su acción. Pero no era eso. Los que mandaban a los otros, o los llevaban hacia donde querían, no hacían eso por la fuerza del dinero o de la posición social o de cualquier autoridad de natural= ficticia que se arrogaran; lo hacían por una acción de cualquier especie fuera de las ficciones sociales. Quiero decir, esta tiranía era, con relación a las ficciones sociales, una tiranía nueva. Y era una tiranía ejercida sobre gente esencialmente oprimida por las ficciones sociales. Era, todavía por encima, tiranía ejercida entre si por gente cuyo objetivo sincero no era sino destruir tiranía y crear libertad. 
"Ahora ponga el caso en un grupo mucho mayor, mucho mas influyente, que trata de cuestiones importantes y de decisiones de carácter fundamental. Ponga a ese grupo encaminando sus esfuerzos, como el nuestro, hacia la formación de una sociedad libre. Y ahora dígame si a través de ese cargamento de tiranías entrecruzadas ud. entreve a alguna sociedad futura que se parezca a una sociedad libre o a una humanidad digna de si misma... 
—Si: eso es muy curioso... 
—Es curioso, o no es cierto?... Y mire que hay aspectos secundarios muy curiosos también... Por ejemplo: la tiranía de la ayuda... 
-que? 
—La tiranía de la ayuda. Había entre nosotros quien, en lugar de mandar a los otros, en lugar de imponerse a los otros, por el contrario, los ayudaba en todo cuanto podía. Parece lo contrario, no es verdad? Pues vea que es lo mismo. Es la misma tiranía nueva. Es del mismo modo ir contra los principios anarquistas. 
-Esa si que es buena! En que? 
—Ayudar a alguien, mi amigo, es tomar a alguien por incapaz; si ese alguien no es incapaz, es o convertirlo en tal o suponerlo tal, y esto es, en el primer caso una tiranía, y en el segundo, un desprecio. En un caso se cercena la libertad del otro; en el otro se parte, por lo menos inconscientemente, del principio de que el otro es despreciable e indigno o incapaz de libertad. 
"Volvamos a nuestro caso... Ud. ye bien que este punto era gravísimo. Vaya que trabajásemos por la sociedad fu¬tura sin esperar que ella nos lo agradeciese, o arriesgándonos, incluso, a que ella nunca llegase. Todo eso, vaya. Pe¬ro lo que era demasiado era que estuviéramos trabajando Para un futuro de libertad y que no hiciéramos de positivo mas que crear tiranía, y no solo tiranía, sino tiranía nueva, y tiranía ejercida por nosotros, los oprimidos, los unos sobre los otros. Esto si que no podía ser... 
"Me puse a pensar. Aquí había un error, algún desvió. Nuestros objetivos eran buenos; nuestras doctrinas pare- clan verdaderas; serian equivocados nuestros métodos? Seguramente debían de serlo. Pero donde diablos estaba el error? Me puse a pensar en eso y me iba volviendo loco. Un día, de repente, como ocurren siempre estas cosas, di con la solución. Fue el gran día de mis teorías anarquistas; el día en que descubrí, por decirlo así, la técnica del anarquismo. 
Me miro un momento sin verme. Después continuo, en el mismo tono. 
—Pensé así... Tenemos aquí una tiranía nueva, una tiranía que no es derivada de las ficciones sociales. Entonces de donde es derivada? Será derivada de las cualidades naturales? Si lo es, adiós sociedad libre! Si una sociedad donde están en operación apenas las cualidades naturales de los hombres, aquellas cualidades con que ellos nacen, que deben solo a la Naturaleza y sobre las cuales no tenemos poder alguno; si una sociedad donde están en operación apenas esas cualidades es un amontonamiento de tiranías, quien va a mover el dedo meñique para contribuir al advenimiento de esa sociedad? Tiranía por tiranía, que quede la que esta, que al menos es aquella a la que estamos acostumbrados y que por eso, fatalmente sentimos menos de lo que sentiríamos una tiranía nueva, y con el carácter terrible de todas las cosas tiránicas que son directamente de la Naturaleza: el no haber rebelión posible contra ella, como no hay revolución contra tener que morir, o contra nacer bajo cuando se prefería haber nacido alto. Asimismo ya le probé que, si por cualquier razón no es realizable la sociedad anarquista, entonces debe existir, por ser más natural que cualquier otra salvo aquella, la sociedad burguesa. 
"Pero seria esta tiranía, que nacía así entre nosotros, realmente derivada de las cualidades naturales? Pero que son las cualidades naturales? Son el grado de inteligencia, de imaginación, de voluntad, etcétera, con que cada uno nace; esto en el campo mental, es claro, porque las cualidades naturales físicas no vienen al caso. Pero un tipo que, sin ser por una razón derivada de las ficciones sociales, manda a otro, forzosamente lo hace porque es superior en una u otra de las cualidades naturales. Lo domina por el empleo de sus cualidades naturales. Pero hay una cosa para considerar: ese empleo de las cualidades naturales será legitimo, esto es, será natural? 
"pero cual es el empleo natural de nuestras cualidades naturales? El servir a los fines naturales de nuestra personalidad. Pero dominar a alguien será un fin natural de 
Nuestra personalidad? Puede serlo; hay un caso en que puede serlo: es cuando ese alguien esta para nosotros en un lugar de enemigo. Para el anarquista, es claro, quien esta en el lugar de enemigo es cualquier representante de las ficciones sociales y de su tiranía; nadie mas, porque todos los otros hombres son hombres como el y camaradas naturales. Ahora, ud. bien ye, el caso de tiranía que habíamos estado creando entre nosotros no era este; la tiranía que habíamos estado creando era ejercida sobre hombres como nosotros, camaradas naturales, y mas todavía, sobre hombres dos veces nuestros camaradas, porque lo eran también por la comunión en el mismo ideal. Conclusión: esta tiranía nuestra, si no era derivada de las ficciones sociales, tampoco era derivada de las cualidades naturales; era derivada de una aplicación equivocada, de una perversión de las cualidades naturales. Y esa perversión, de donde es que provenía? 
"Tenia que provenir de una de dos cosas: o de que el hombre es naturalmente malo, y en consecuencia todas las cualidades naturales son naturalmente pervertidas, o de una perversión resultante de la larga permanencia de la humanidad en una atmósfera de ficciones sociales, todas ellas creadoras de tiranía, y tendiente, en consecuencia, a volver instintivamente tiránico el use mas natural de las cualidades mas naturales. Ahora, de estas dos hipótesis, cual serla la verdadera? De un modo satisfactorio, esto es, rigurosamente lógico o científico, era imposible determinarlo. El raciocinio no puede enfrentar el problema porque este es de orden histórico o científico, y depende del conocimiento de hechos. Por su lado, la ciencia tampoco nos ayuda, porque, por mas lejos que retrocedamos en la historia, encontramos siempre al hombre viviendo bajo uno u otro sistema de tiranía social, y por consiguiente, siempre en un estadio que no nos permite averiguar como es el hombre cuando vive en circunstancias pura y enteramente naturales. No habiendo manera de determinarlo con seguridad, tenemos que inclinarnos hacia el lado de la mayor probabilidad, y la mayor probabilidad esta en la segunda hipótesis. Es mas natural suponer que la larguísima permanencia de la humanidad en ficciones sociales creadoras de tiranía haga que cada hombre nazca con sus cualidades naturales pervertidas, en el sentido de tiranizar espontáneamente e incluso a quien no pretenda tiranizar, que suponer que las cualidades naturales pueden ser naturalmente pervertidas, lo que, de cierto modo, representa una contradicción. Por eso el pensador se decide, como yo me decidí con una seguridad casi absoluta, por la segunda hipótesis 
"Tenemos, pues, que una cosa es evidente... En el estadio social presente no es posible que un grupo de hombres, por bien intencionados que estén todos, por preocupados que estén todos solo en combatir las ficciones sociales y en trabajar por la libertad, trabajen juntos sin que espontáneamente creen entre si tiranía, sin crear entre si una tiranía nueva, suplementaria a la de las ficciones sociales, sin destruir en la practica todo cuanto quieren en la teoría, sin perjudicar involuntariamente lo mas posible el propio objetivo que quieren promover. Que puede hacerse? Es muy simple... Es que trabajemos todos para el mismo fin, pero reparados. 
---¿separados?! 
—Si. ¿Ud. no siguió mi argumento? 
—Lo seguí. 
no le parece lógica, no le parece inevitable, esta conclusión? 
—Me parece, si, me parece... Lo que no veo bien es como eso... 
—Ya le voy a aclarar... Dije yo: trabajemos todos para el mismo fin, pero separados. Trabajando todos para el mismo fin anarquista, cada uno contribuye con su esfuerzo a la destrucción de las ficciones sociales, que es hacia donde lo dirige, y hacia la creación de la sociedad libre del futuro; y trabajando separados no podemos, de ningún modo, crear tiranía nueva, porque nadie tiene acción sobre otro y no puede, en consecuencia, ni dominándolo, disminuirle la libertad, ni ayudándolo, apagársela. 
"Trabajando así separados y con el mismo fin anarquista, tenemos dos ventajas: la del esfuerzo conjunto y la de la no creación de tiranía nueva. Continuamos unidos porque lo estamos moralmente y trabajamos del mismo modo para el mismo fin; seguimos siendo anarquistas, porque cada uno trabaja para la sociedad libre; pero dejamos de ser traidores, voluntarios o involuntarios, a nuestra causa, dejamos incluso de poder serlo, porque nos colocamos, por el trabajo anarquista aislado, fuera de la influencia deletrea de las ficciones sociales, en su reflejo hereditario sobre las cualidades que la Naturaleza dio. 
"Es claro que toda esta táctica se aplica a lo que denomine el periodo de preparación para la revolución social. Arruinadas las defensas burguesas, y reducida la sociedad entera al estado de aceptación de las doctrines anarquistas, faltando solo hacer la revolución social, entonces, para el golpe final, es que no puede continuar la acción separada. Pero a esa altura, ya la sociedad libre esta virtualmente alcanzada; ya las cosas serán de otra manera. La táctica a que me refiero solo dice con respecto a la acción anarquista en medio de la sociedad burguesa, como ahora, como en el grupo al cual yo pertenecía. 
"Era ese, por fin!, el verdadero método anarquista. Juntos, nada valíamos que importara, y todavía, encima, nos tiranizábamos y nos perjudicábamos unos a otros y a nuestras teorías. Separados, poco también conseguíamos, pero al menos no perjudicábamos la libertad, no creábamos tiranía nueva; lo que conseguíamos, por poco que fuese, era conseguido realmente, sin desventaja ni perdida. Y, de más en más, trabajando así, separados, aprendíamos a confiar mas en nosotros mismos, a no recostarnos unos sobre otros, a volvernos mas libres, a prepararnos, tanto personalmente como a los otros, mediante nuestro ejemplo para el futuro. 
"Quede radiante con este descubrimiento. Fui enseguida a exponérselo a mis camaradas... Fue una de las pocas veces en que fui entupido en mi vida. ; Imagine ud. que yo 
estaba tan colmado con mi descubrimiento que esperaba que ellos estuviesen de acuerdo!... 
—No estuvieron de acuerdo, es claro... 
—; Contestaron ásperamente, mi amigo, ásperamente todos! ; Unos mas, otros menos, todo el mundo protesto!... No era eso!... ;Eso no podía ser!... Pero nadie decía lo que era o lo que tenia que ser. Argumenté y argumenté, y en respuesta a mis argumentos no obtuve sino frases, basura, cosas como esas que los ministros responden en las cámaras cuando no tienen ninguna. Respuesta...; Entonces fue cuando vi con que animales y con que cobardones estaba metido! Se desenmascararon. Los de aquella chusma habían nacido para esclavos. Querían ser anarquistas a costa ajena. ; Querían la libertad, pero que fuesen los otros quienes se la consiguiesen, que les fuese dada como un rey da un titulo! ; Casi todos son así, los grandes lacayos! 
Y ud se enojo? 
—; Si me enoje! ; Me enfurecí! Me puse a dar cotes. Di con palos y con piedras. Casi me fui a las menos con dos o tres de ellos. Y acabe por irme. Me aísle. ; Me vino un enojo con todos aquellos carneros que ud. no se imagina! Casi llegue a descreer del anarquismo. Casi decidí que no me importaba más todo aquello. Pero, pasados unos días, volví en mí. Pensé que el ideal anarquista estaba por encima de estas querellas. Ellos no querían ser anarquistas? Lo seria yo. Querían solamente jugar a los libertarios? No estaba yo para juegos en una cuestión así. Ellos no tenían fuerza para combatir sino recostados unos en los 
otros, y creando, entre ellos, un simulacro nuevo de la tiranía que decían querer combatir? Pues que lo hiciesen, los necios, si no servían para otra cosa. Yo no iba a ser burgués por tan poco. 
"Estaba establecido que, en el verdadero anarquismo, Cada uno debe, por sus propias fuerzas, crear libertad y combatir las ficciones sociales. Pues por mis propias fuerzas iba yo a crear libertad y a combatir las ficciones sociales. 
Nadie quería seguirme en el verdadero camino anarquista? Seguiría yo por el. Iría solo, con mis recursos, con mi fe, desamparado hasta del apoyo mental de los que habían sido mis camaradas, contra las ficciones sociales enteras. No digo que fuera un bello gesto, ni un gesto heroico. Fue simplemente un gesto natural. Si el camino tenía que ser recorrido por cada uno en forma separada, yo no necesitaba de ninguno más para seguirlo. Bastaba mi ideal. Fue basado en estos principios y en estas circunstancias como decidí, por mi solo, combatir las ficciones sociales. 
Interrumpió un poco el discurso, que se había vuelto acalorado y fluido

jueves, 6 de agosto de 2015

El genio del anónimo Por Rodolfo Walsh


Rodolfo Jorge Walsh (Lamarque, Río Negro, 9 de enero de 1927 - desaparecido en Buenos Aires, 25 de marzo de 1977) fue un periodista, escritor y traductor argentino

El genio del anónimo Por Rodolfo Walsh

Si se afirma que la más larga y enconada batalla periodística de todos los tiempos fue librada por casi toda Inglaterra contra un fantasma, apenas se exagera. Y si se añade que esa batalla fue ganada con todos los honores por el fantasma, se está en los justos términos de la verdad. En efecto, no hay calificativo que cuadre tan bien como el de fantasmal al ignorado personaje que durante tres años, al finalizar el siglo XVIII, tuvo en jaque a la nobleza y al gobierno británicos.
Que esos acontecimientos, esos ataques despiadados contra los lores y pares del reino, contra las instituciones, contra el mismo rey,hayan tenido lugar en Inglaterra, tan celosa amante de venerables tradiciones,no hace sino añadir un toque de delicada ironía al escandaloso asunto. En verdad, la historia que vamos a referir constituye una de las burlas más colosales de todos los tiempos.
Todo empezó cuando en el Public Advertiser, periódico de la época, editado por Woodfall,apareció una carta firmada por un tal ´´Junius´´, donde se arremetía impávidamente contra los personajes más encumbrados del país. Literalmente, esa carta no dejaba títere con cabeza. Sin embargo, pudo pasar inadvertida. Las protestas de los lectores a propósito de cualquier cosa constituyen , aun en la actualidad, la salsa cotidiana del periodismo inglés. ´´ Enviar una carta al Times´´ es una frase hecha. Pero quiso la suerte que sir William Draper, espejo de caballeros ingleses, leyera la invectiva y  en ella viese despellejado a lord Granby.Si sir William se hubiese callado la boca, quizá ´´ Junius´´ habría muerto al nacer, y  la literatura política inglesa habría perdido un clásico. Pero sir William no se calló. Siguiendo los dictados de la amistad, replicó al periódico de Woodfall, defendiendo valerosamente a lord Granby. Fue el minuto fatal .
La respuesta de ´´Junius´´ no se hizo esperar. Pero esta vez el desollado fue el propio sir William, concienzudamente desollado por espacio  de varios meses, a pesar de sus ineficaces tentativas de devolver los golpes. Sir william, por cierto, no era nuevo en lides políticas.Tampoco era inhábil. Pero ya en esta primera escaramuza se hizo evidente que estaba ante un genio de la invectiva, quien gozaba, por añadidura, de una inconmensurable ventaja : permanecer ignorado e inidentificable mientras él, a juzgar por todos los indicios, conocía al dedillo la vida política y aun íntima de sus sucesivos rivales. ´´ Junius´´ podía acusar públicamente a cualquiera de sus victimas de cultivar una excesiva amistad con la botella, de apalear a su mujer o de tener un lunar en la nariz - supuesto que así fuese-, pero, ¿ quién podía retribuirle? ´´ Junius´´ era un hombre sin cara, un hombre sin historia y , por lo tanto, sin fallas ni vicios ( salvo su pequeño entretenimiento), de quien se ignoraba todo.
¿ Realmente se ignoraba todo? No es lícito pensar que los hombres que en aquella época llevaban al imperio británico a su máximo esplendor tuviesen una pizca de tontos. Bien pronto comprendieron algo elemental, pero al mismo tiempo aterrador, Junius era uno de ellos . Sólo así podía estar tan minuciosamente enterado de los entre telones políticos, de las intrigas placiegas , de todos los trapos que implacablemente sacaba al sol- es un decir- de aquella capital de las brumas. Sólo así podía rechazar con un gesto de altivez los derechos de autor que le correspondían por sus escritos , indicando así que sus fines no eran mercenarios sino cívicos o , por lo menos, desinteresados. ´´ Estoy muy por encima de todo interés pecuniario´´ , escribío a Woodfall. Y el tono de aristocracia y  altivez que impera en sus cartas no deja lugar a dudas sobre eso.
Entretanto, ´´Junius´´ seguía cortando cabezas.
Blackstone, el duque de Grafton, lord Mansfield fueron sus próximas víctimas. Se empezaba a temer lo peor. Y, en efecto, lo peor no tardó en ocurrir. ´´ Junius´´ dirigió su artillería contra el rey.En la más célebre de sus cartas, que provoca un resonante proceso contra Woodfall, lo acusa de favoritismo y de parcialidad, de estar dominado por sus ministros, de permitir la injusticia, y termina aconsejándole paternalmente que obre sin consultar a sus colaboradores inmediatos. ´´ Deje a un lado la miserable pompa de un rey´´ , clama Junius, ´´ y hable a sus súbditos con el espíritu de un hombre y las palabras de un caballero. Confiese que ha sido fatalmente engañado´´
La conmoción fue indescriptible. Hace un siglo y medio éstas no eran las palabras más habituales para dirigirse al monarca inglés. Hubo varias sesiones del parlamento en las que no se habló sino de Junius en los más diversos tonos : desde la cólera hasta la fingida y burlona reprobación.
¿ Cómo es que este Junius escapa a las redes de la justicia? - preguntaba socarronamente en la Cámara el célebre orador y político Burke-. Hace mucho tiempo que lo persiguen los esbirros de la corte. Sin embargo, este jabalí de los bosques arremete contra todos. El rey, los lores, los comunes, son el juguete  de  su  furia....
La primera carta estaba fechada el 21 de enero de 1769. La última, el 21 de enero de 1772. Es decir que el reinado de Junius duró exactamente tres años. Y resulta sorprendente , en efecto, que en plazo tan dilatado no haya sido posible atraparlo ni averiguar más datos que los que él voluntariamente suministraba.
Sus víctimas le tendieron innumerables trampas. Todas fracasaron. Un instinto infalible parecía guiar al desconocido francotirador. Woodfall fue procesado, y desde luego , interrogado infinitas veces. Pero nada pudo o quiso  decir. Quizá él mismo no sabía nada. Lo cierto es que el leal periodista siguió siempre estrictamente las instrucciones de Junius. Se cree que éste no llevaba personalmente sus cartas al diario , sino que las encomendaba al primer desconocido que encontraba , a cambio de una generosa dádiva. Pero lo más probable es que haya utilizado un procedimiento distinto en cada oportunidad. Cuando a la redacción del periódico llegaba alguna misiva o paquete destinado a Junius, Woodfall se comunicaba con él por anuncios en clave que insertaba en el diario. A veces la clave era un verso latino, a veces un par de palabras, y en ocasiones una letra en la columna de anuncios era suficiente. Junius indicaba dónde dejarse los objetos dirigidos a él, y si el lugar le parecía vigilado, no daba señales de vida.
No es difícil comprender el por qué de estas precauciones. Bien es cierto que Junius pertenecía probablemente a las clases sociales más elevadas, pero los enemigos que se había  echado encima eran demasiado fuertes. ´´ Estoy seguro de que  si me descubrieran ´´, escribe a Woodfall, ´´no me quedarían tres días de vida´´.
Otras veces se muestra más confiado : ´´ Nunca sabrán quien soy´´, exclama. ´´ Soy el único depositario de un secreto que morirá conmigo´´.
Estas palabras parecen destinadas a cumplirse, a pesar de los empeñosos esfuerzos de varias generaciones de críticos. La paternidad de las cartas de Junius ( 44 en total) ha sido atribuida a más de cincuenta personas distintas, entre ellas el propio Burke.
El interés por el enigma no había menguado en 1816, fecha en que publicó un libro de título promisorio : Junius identificado. Su autor, John Taylor, se apoya en abundantes datos para atribuir la correspondencia a sir Philip Francis. Este, al casarse en 1814, había regalado a su  esposa una edición lujosamente encuadernada de las cartas de Junnius, pidiéndole que las guardara en el mayor secreto. Y poco antes de morir, en 1825, le entregó un ejemplar del libro de Taylor. Pero el argumento más decisivo- más aun que el libro- es para los sostenedores de la teoría , que el propio sir Philip, que aún vivía, en ningún momento negó la acusación, o la atribución. Lejos de ello, pareció empeñado en fomentarla indirectamente hasta la fecha de su muerte.
De entonces acá, muchos críticos, con lord Macaulay a la cabeza, se han pronunciado por esa solución.
¿ Queda pues resuelto el misterio? En modo alguno.
Los ´´partidarios´´, digámoslo así, de sir Philip no son más numerosos y calificados que sus detractores , aquellos que lo acusan lisa y llanamente de impostor, de haber tomado la oportunidad por los cabellos para atribuirse méritos ajenos. Y los argumentos que aducen son dignos de tenerse en cuenta. Entre ellos , el testimonio de Pitt, que dijo conocer a Junius, y que éste no era sir Philip. Alguien afirmó con más rudeza que nadie hubiera visto, oído o leído a sir Philip podía identificarlo con el elegante, certero y lúcido Junius. Y, en efecto,tanto el estilo como la simple escritura de Junius son incomparablemente superiores a lo  que Francis escribió con su propio nombre. Otro detalle significativo : los personajes que Junius atacó con más encarnizamiento era íntimos amigos o protectores de sir Philip. Aunque esto , desde luego, tanto puede aducirse a favor como en contra...

En 1867 la teoría sufrió un nuevo golpe, al publicarse las memorias de sir Philip Francis. En ellas, aparte de su contenido trivial, se advierte que las opiniones políticas, intereses y preferencias de sir Philip son todo lo opuesto a los de Junius. Además, en los pocos pasajes en que el propio Francis se refiere a Junius, lo  hace como si él no tuviera menor relación con él. Así, en un carta a su cuñado dice lo siguiente : ´´ Junius no es conocido, y  esa circunstancia es tan curiosa como sus escritos. Yo siempre he sospechado de Burke´´.
Naturalmente, después del libro de Taylor, sir Philip hizo todo lo posible por escribir como Junius, pero salvo  algún acierto ocasional, no pasó de una discreta imitación. Y  aun concediendo que sir Philip haya sido Junius, sólo puede conquistar esa atribución a cambio de ganar al mismo tiempo los estigmas de perfidia y deslealtad para con sus mejores amigos , condiciones que no parecen atribuibles a Junius.
El interrogante, pues , queda abierto. Sólo faltaría agregar un curioso incidente, acaecido una noche de aquellos tres años en que la pluma acerada de Junius inquietó a los poderosos señores de la nobleza británica. Un transeúnte que pasaba frente al periódico de Woodfall vio a un hombre detenerse y dejar una carta en la entrada. Intrigado,  lo siguió. Más tarde lo describió como un caballero alto y elegante , envuelto en una liviana capa negra. El desconocido apuró el paso. Segundos después, en  la oscuridad de la calle, se abrió la portezuela de un carruaje y en seguida se oyó el brioso trote de las cabalgaduras que restituían a Junius a su región de tinieblas y misterio.

Murrungato Del Zapato Por M.E.Walsh

El GATO MURRÚN no era empleado ni sastre ni militar. 
El gato Murrún no era bailarín ni heladero. 
El gato Murrun era nada más que linyera, profesión muy respetable entre los gatos, los gatolines y los gatiperros. 
Vivía vagando, con su colita a cuestas, por la calles y por la plaza, la azotea y la terraza sin tener dueño ni casa. 
Una noche fría y lluviosa trotaba muy alicaído pensando en donde dormir. 
Y de repente…Oooh! 
Allí, junto al cordón de la vereda, vio un gran zapato viejo. 
Como Murrún era muy chiquitito, se lo probó, es decir, se acurruco dentro del zapato, y comprobó que le iba de medida. Y que además era abrigado y no dejaba pasar la lluvia. (No sé si ustedes era abrigado y no dejaba pasar la lluvia. ( No sé si ustedes habrán observado que los gatos y las gotas no se llevan nada bien.) 
Ronroneó y se durmió, con la puntita de la cola asomada por el agujero del zapato. 


Durmió y réquete durmió. Roncó y requete roncó y a la mañanita se despertó. 
Murrún quiere desperezarse y lavarse la cara, pero… 
¿Qué pasa? 
El zapato esta de tierra húmeda…Murrún no puede respirar…se ahoga…tiene que darse vuelta trabajosamente y asomar el hocico por el agujero para tomar un poco de aire… 
¿Qué es esto? ¿Quién ha llenado de tierra mi casa mientras yo dormía? 
Murrún se pone a arañar valientemente para remover los terrenos. Le cuesta mucho, porque están endurecidos por el sol, que ya brilla en el último piso del cielo. 
Por fin consigue asomar el hocico al aire…¿Y qué es que ve? 
¡Una Plantita! ¡Una Plantita, muy instalada y plantada en el zapato, Ens. Zapato!. 
¡Qué bonito!, dijo Murrún. 
Gracias, contesto la Planta, creyendo que era un piropo. 
¿Quién te ha dado permiso para instalarte en mi casa? 


Estaba tan cansada de vivir quieta en el mismo lugar…., le contesto la Planta, soñaba con mudarme a un zapato y pasearme de aquí para allá, de allá para aquí, ir a visitar a la mamá de alheli… 
--¡Eso si que no!, rezongó Murrún, esta muy bien que un Gato Murrungato viva en un zapato, pero tú ¿para que quieres zapatos si no tienes pies? 
--Yo soy planta, le contesto ella muy orgullosa, y aunque no sea planta de pie, igual tengo derecho a vivir en un zapato , si señor. 
--¡ Pero este zapato es mi casa y no quiero inquilinos! 
¡Fffff! 
¡Que lastima!, lloriqueo la Plantita, tendré que pedirle a Felipe que me trasplante otra vez a la vereda. 
--Donde todos me pisotean… Ay, yo que soñaba tanto con viajar en zapato por el mundo…! Ay, qué va ser de mí, de mi y de la mama de alhelí…! 
Murrún se lavaba la cara de muy mal humor. 
--Justo cuando había encontrado una casa tan linda…, rezongaba entre lengüetazo y lengüetazo. 
--Bueno, si te molesto me voy, dijo la Plantita. 
--¿Cómo te vas a ir si no tiene patitas, tonta? 
--Y, esperemos que pase Felipe y me trasplante a la vereda, dijo ella lloriqueando. 

--Esperemos que pase Feipe…, suspiro Murrún con cara de mártir. 
Y mientras esperaban los dos muy callados, la plantita, ya que no tenia nada que hacer, se puso a dar flores. Un monton de flores, como cuatro: 
Una celeste, 
Una colorada, 
Una amarilla 
Y una más grande. 
Murrún vio las flores y se puso bizco de la sorpresa. 
No atinó a decir ni mu ni miau ni prr ni fff. 
Estiró la patita juguetear un poco con ellas… y el viento las movía… y Murrún trataba de acariciar las flores muy suavemente, escondiendo las uñas… 
--Cuidado, no la arañes, dijo la Planta. 
--Debo reconocer, contestó Murrún sin dejar de jugar, que aunque eres un Planta muy molesta, tus flores son realmente lindas peripuestas. 
--No faltaba más, dijo la Planta modestamente, bajando las hojas. 
-- Y tienen rico perfume, dijo Murrún con el hocico pegado a los pétalos de hoja. La verdad es que me gustaría tenerlas siempre cerca, para jugar. 
--Si ahora te gusto más, dijo tímidamente la Planta, ¿Por qué no me llevas a pasear en zapato, como era mi ilusión? 
¿Estas loca?, contesto Murrún. 
Todo el mundo te miraría con admiración, porque nadie ha visto nunca algo tan maravilloso y floripondico… 
Viajaríamos… Yo andaría de aquí para allá, de allá para aquí, veria a la mama de alheli… 
Entonces Murrún lo pensó bien. Él también estaba cansado de vagabundear solo. Y dijo: 
--Bueno. 
Murrún se olvido de su mal humor y empuño los cordones. 
Allá se fue, llevando a la Plantita con sus flores pasear en Cochezapato por el mundo. 
Y así, con un garabato… se acaba el cuento de Murrungato.