lunes, 21 de septiembre de 2015

A diferencia de los Americanos del norte Por Caetano Veloso




Caetano Veloso (Santo Amaro da Purificação, 7 de agosto de 1942) es un celebre músico brasileño. Veloso ha sido llamado uno de "los grandes cantautores del siglo",1 siendo también cineasta, poeta y activista.


A diferencia de los Americanos del norte  ( 26 octubre de 1993 - Conferencia pronunciada en el Museo de Arte de Rio ) (Editorial Marea)


Nuestro pueblo, a diferencia de los americanos del  Norte y de casi todos los europeos, no se identifica con el Estado. Eso puede atribuirse al  hecho general de que el estado es una abstracción inconcebible.
El Estado es impersonal :  nosotros solo concebimos relaciones personales.Por eso, para nosotros, robar dinero público no es un crimen. Somos individuos, no ciudadanos. Aforismos como el de Hegel- ´´ El estado es la realidad de la idea moral´´- nos parecen bromas siniestras. Los films elaborados en Hollywood repetidamente proponen que se admire el caso de un hombre ( generalmente un periodista) que busca la amistad de un criminal para luego entregarlo a la policía : nosotros, que sentimos pasión por la amistad y consideramos a la policía mafiosa, sentimos que ´´ héroe´´ de los films americanos es un canalla incomprensible. Sentimos con Don Quijote que ´´allá se haya cada uno  con su pecado´´ y que ´´ no es bueno que los hombres honrados sean verdugos de otros hombres´´.

Puede parecer que estas palabras que acabo de pronunciar se refieran a nosotros, brasileños. Y no tengo dudas de que, si dichas hoy por un brasileño frente a brasileños,  pueden causar- a pesar de la encantadora elegancia con la que están dispuestas,  o principalmente a causa de ella cierto malestar. En realidad, son palabras de una argumentación sobre el carácter argentino a las que Jorge Luis Borges recurrió más de  una vez en sus impecables escritos. El hecho de que tal argumentación pueda provocar cierta incomodidad incluso entre los argentinos de 1930- cuando supongo que fue por primera vez hecha pública- no parece haber pasado desapercibido para el propio Borges, quien , en una nota a pie de página que completa la observación sobre el permiso  para robar dineros públicos, hace la salvedad: ´´ Compruebo un hecho, no lo justifico o disculpo´´
Pero, si decidí abrir esta conversación repitiendo estas palabras de Borges, no fue porque quisiera crear en la sala ese malestar,  aunque, indudablemente, él me sirva para establecer el tipo de comunicación deseado: si lo hice fue sobre todo porque me interesa resaltar,  antes que nada, el riesgo que todos corremos- todos los que hablamos en nombre de países perdedores de la Historia-  de tomar las malezas derivadas del subdesarrollo por virtudes idiosincráticas de nuestras nacionalidades. De hecho, si observamos el texto de Borges desde perspectiva brasileña, hoy ,y a pesar de la salvedad-, en la medida en que reconocemos nuestra identificación en el retrato que ofrece de los argentinos, nos damos cuenta de que el repudio que recientemente nos complacemos en ostentar frente al conjunto de la imagen que allí se nos presenta y , sobre todo, a las observaciones específicas de que no somos ciudadanos y de que,en nuestro fuero íntimo, robar dinero público no constituye un crimen. Lo que nos parece siniestro,sí, es el hecho de ver nuestra incapacidad para la ciudadanía elevada a la condición de contrapartida de una bella vocación individualista y de aprender que nuestro poco respeto a los dineros públicos nace de un casi noble rechazo a esa ´´ inconcebible abstracción´´  que es el Estado.
Sin embargo,es justamente un acercamiento a ese aspecto difícil del contacto con ese texto lo que más interesa aquí, en este preámbulo. Saber en qué medida podemos, sin ilusionarnos, hacer planes para el futuro- e incluso soñar-a partir de un aprovechamiento de la originalidad de nuestra condición tomada en su complejidad desafiante.En la referencia de Borges a la extrañeza que nos causa el héroe hollywoodiano tan magníficamente descripto por él como ´´generalmente un periodista´´, que usa la amistad como un medio de delación, y , más  que nada , en la afirmación, elegida en Don Quijote, de  que ´´ no es bueno que los hombres honrados sean verdugos de otros hombres´´ , encontramos aliento para encarar nuestra propia imagen sin asco. Si la observación sobre los films de Hollywood suena más como una confesión personal que como una constatación sociológica (  el rechazo al estereotipo del periodista delator no parece haber tenido mayor expresión estadística en la Argentina que en el Brasil: los films americanos, allá como aquí, nunca padecieron de problemas de boletaría a causa de eso. Pero Borges sabía- y nosotros sabemos- que una confesión íntima suya puede, dependiendo del contexto, revelar más sobre el gusto argentino que metros de papel de cálculos estadísticos), la mera frase tomada del Quijote bastaría- si  es verdad que nuestra vida o la vida de los argentinos confirma la belleza de la forma en que ella está expresada- para justificar un programa de transformación del mundo en las bases de una sensibilidad peculiar a los países del Mercosur. ´´´No es bueno que los hombres honrados sean verdugos de otros hombres´´, o , en su versión simplificada, ´´ cada cual con su pecado´´- el tono de esas enunciaciones nos lleva a admitir que hay algo sabio en colocar el respeto por la individualidad más allá de los derechos del ciudadano -. El afecto con que las escuchamos puede decidir sobre su naturaleza de abominable resquicio de cebo católico o de verdadera intuición de lo  que hay  de sagrado a ser preservado en la soledad del individuo. La palabra pecado es una mera marca de atraso o debe ser vista aquí como representante de un concepto más elástico que aquel de crimen: ¿ un concepto menos mensurable, cualitativo, y no cuantitativo, y ,  sobre todo, más abierto al perdón? ¿ No hay, en otras palabras, más  malicia en la idea de pecado-  con la que cada  uno puede habérselas-que la de crimen, que es un asunto  de toda  la sociedad? Quiero llegar a preguntas de tenor semejante al de la siguiente : ¿ en qué medida podemos discriminar lo que es, entre nosotros, atraso en relación, por ejemplo, con las conquistas americanas de derechos de los ciudadanos , de aquello, de aquello que representa una ventaja para nuestra por carecer de aquella obsesión, que es una obcecación , que los americanos tienen de considerar  pasibles de juicio público las más íntimas, matizadas y sutiles acciones del ámbito privado? No conozco la respuesta para tal tipo de  pregunta pero ciertamente no estoy satisfecho con las respuestas se volvieron enloquecidamente consensuales.Para mí es obvio que los Estados Unidos, al superar la situación de racismo institucionalizado, en pocas décadas tenían a un negro como jefe del Estado Mayor de  sus Fuerzas Armadas, tres alcaldes negros en sus tres mayores ciudades, muchas azafatas  negras en sus aviones y chicos negros en sus anuncios de televisión ,  mientras  que nosotros no tenemos siquiera generales negros y a la hija de nuestro único gobernador negro, el de Espíritu Santo, le prohibieron ingresar por la entrada ´´social´´ de un edificio de a capital de su estado; pero eso no debe llevarnos a pensar que institucionalizar el racismo  habría sido necesariamente mejor para nosotros. Lo que hace una enorme diferencia entre el nazismo y otras formas de persecución asesina de razas y mínorias es el hecho de que , en el caso del nazismo, esas masacres era oficiales. Por otro lado, resulta igualmente obvio para mí que sea insana la pretensión de colocar a ´´el pueblo´´, como ellos dicen allá, contra un hombre que tuvo la infelicidad de tener en su cuarto de hotel a las dos de la mañana a una mujer que fue allí por libre y espontánea voluntad, pero que luego presentó una queja por estupro aparentemente porque dijo NO a último momento. Una americana interesantísima, Camille Paglia, que por el contrario recurre frecuentemente a sus orígenes católicos y mediterráneos para contraponerse a esas versiones modernas del puritanismo, trata con mucho humor (  y rencor) esa idea de asumir el NO dicho por  una mujer como un auténtico NO. Esas preguntas, ese mirar de cerca el pequeño fragmento del texto de  Borges , viene por cuenta de mi ambición de hacer aquí algo tan fuera de moda en nuestro pequeño  fin de siglo- fin también de milenio-. algo tan en desuso y desprestigiado que temo que su mero anuncio suene como una aberración: hablar en tono de profecía utópica.











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